Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Pena de telediario

SOMETER al escarnio público a cualquier detenido, al conducirlo ante el juez esposado, es una desconsideración innecesaria. No sólo por la presunción de inocencia; no se debiera hacer ni con un condenado. Las ejecuciones públicas medievales tenían más de venganza o espectáculo que de justicia. La era de los derechos humanos exige otros modos. Está claro que hay que investigar, juzgar y condenar con severidad a quienes hayan cometido estos delitos de corrupción tan frecuentes. Estos delincuentes de cuello blanco, además, han traicionado a los ciudadanos que les habían elegido para gobernarles, en la confianza de que eran personas honradas. Pero nada de esto excluye tratarlos con el respeto que merece la dignidad de las personas. Y eso vale para cualquier modalidad de delincuencia, salvo cuando se trate de sujetos peligrosos, acusados de asesinato o terroristas, a los que hay que trasladar con las precauciones debidas.

La llamada pena de telediario no está en el Código penal, según nos ha recordado la presidenta del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. Pero ha vuelto en las puertas de la Audiencia Nacional, con el caso de corrupción en el Ayuntamiento de Santa Coloma. Esta vez, en las carnes de militantes del PSOE y CiU, lo que desmiente la teoría del PP de que se aplicaba esta medida sólo a los suyos por orden del avieso ministro del Interior. En medio de esta melé ha aparecido el ocurrente presidente de Cantabria, que esta vez no ha estado afortunado. Ha dicho que es edificante y maravilloso que se muestren las imágenes de los detenidos esposados, porque demuestra que el que la hace la paga. Revilla cree que hay que exponerles incluso un rato para que vean que tienen que someterse como mínimo, aparte de los años que les puedan meter en la cárcel, a la vergüenza de sus conciudadanos y de sus familiares. No. En la Edad Media estas cuestiones no se resolvían mejor. Lo que me parecería estupendo es que los truhanes devolvieran lo robado, cosa que no suele ocurrir.

Hay otros casos de alergia a la pantalla. En Nápoles están disgustados porque la Fiscalía difundió un vídeo en el que un sicario de la Camorra asesina a un mafioso rival. Querían identificar al asesino, pero la industria turística y las autoridades municipales creen que da mala imagen de Nápoles. Es lo que tienen la sangre y los grilletes. Por el contrario, personas valiosas nos dan ejemplo de absoluta discreción. Una doctora se acercó en enero a una mujer en un autobús de Barcelona y le advirtió que podía tener un raro tumor, lo que facilitó que se operase con premura y probablemente salvara la vida. El otro día, la paciente improvisada pidió con una carta en La Vanguardia, conocer a esa persona. La médico en cuestión no ha querido dar su nombre ni salir en las televisiones. Hay quien tampoco quiere gloria de telediario. Es un consuelo: queda gente juiciosa.

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