¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Periodistas acosados

Lo ocurrido en el mitin de Vox en Sevilla es un ejemplo del acoso que cada vez más sufren los periodistas en España

A Marta Maldonado la conocemos muy superficialmente de los tiempos en los que colaborábamos con la edición andaluza de La Razón, cuando la dirigía Paco Reyero en un pequeño piso de la sevillana Avenida de Miraflores. Era, por lo que recordamos, una de esas periodistas que son la base de este oficio: eficaz, trabajadora, discreta y posiblemente mal pagada. En un gremio en el que los egos adquieren dimensiones aerostáticas, personas así valen su peso en oro, porque gracias a ellas usted dispone todos los días de un periódico en su felpudo o en la pantalla de su teléfono. Pero, además, por lo que vimos el pasado miércoles en Sevilla, Marta Maldonado se ha erigido también en un símbolo de la dignidad de una profesión cada vez más degradada y mancillada. Les recuerdo: el líder de Vox, Santiago Abascal, convoca una rueda de prensa en la Plaza Nueva de la capital andaluza que, en realidad, es un mitin encubierto al que acude un buen número de groupies del partido verde, tantos que debe intervenir la Policía para garantizar que se cumplan las medidas anti-Covid. En fin, una de esas triquiñuelas con las que los nuevos cachorros de la política española, tanto de derechas como de izquierdas, quieren demostrar al resto de la humanidad que son más inteligentes que nadie. Es entonces cuando Marta Maldonado le reprocha a Abascal lo que está sucediendo, por lo que es insultada por una masa vociferante que, como todo rebaño, suele ser aficionada al linchamiento moral o físico de los adversarios y disidentes. Esto lo debería saber Vox, que en no pocas ocasiones ha sido víctima también de la violencia de la chusma enardecida. Es cierto que Abascal pidió respeto para la reportera, pero también que nada de esto hubiese acontecido en una rueda de prensa realizada con unas mínimas garantías y, por supuesto, sin hooligans previamente convocados y excitados. Acosar a gritos a una periodista no es muy honorable para un partido que se quiere conservador.

Lo ocurrido en Sevilla es un ejemplo más de las incómodas condiciones en las que muchos periodistas están trabajando en España y del linchamiento al que, algunos, son sometidos en las redes sociales. Hay ejércitos de sicarios dedicados a hostigar, siempre con nombres falsos, a todos aquellos que opinan en contra de su criterio. Hace poco sabíamos de las continuas campañas de desprestigio a las que matasietes cercanos a Podemos someten a Carlos Alsina, una de las voces más lúcidas de la radio actual. Es un caso llamativo, pero ni mucho menos el único. La carne de periodista está barata en el mercado.

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