Permítame que yo me sonroje

En la política, donde no se exige una cualificación mínima, es difícil entender la obsesión por la 'titulitis'

Para todos los que nos dedicamos a desarrollar nuestra vida académica desde la vocación de búsqueda y trasmisión del conocimiento, esta ha sido una semana muy dura. Son muchos los que han puesto en tela de juicio la validez de los másteres universitarios, sin pararse a pensar en las terribles consecuencias que todo ello tiene para nuestros jóvenes y para el sistema educativo en general. La habilidad innata de la España cainita para bombardear de "memes" nuestros medios de comunicación, ridiculizando estas enseñanzas, busca distraer al público, pero deja una sensación de inutilidad en esta formación que debe ser atajada de inmediato.

Cuando alguien opta por un determinado máster, y dado el nivel de contemporaneidad y la calidad de estas enseñanzas, el proceso de aprendizaje es muy complejo. Muchos docentes dedicarán noches y días a conocer las últimas tecnologías e investigaciones para ser transmitidas de inmediato. Por ello se requiere una capacidad de actualización permanente en los temarios, logrando la máxima profesionalización de los alumnos y su inmediata incorporación al mercado laboral. De ahí que el esfuerzo no sea baladí, aunque alguno pueda pensar lo contrario.

Evidentemente en la política, donde no se exige una cualificación profesional mínima, es difícil entender esta obsesión por la titulitis, sobre todo ahora que están logrando convertirla en titulofobia. Sólo se explica si, como sospechamos, para algunos sea esa puerta giratoria hacia puestos que requieran dicho currículum. Desde que Luis Roldán nos abrumara con sus carreras de Ingeniería, Ciencias Empresariales y hasta un máster en Economía, sin pisar universidad alguna, hasta el que trata de justificar Cifuentes, son muchos los que le han faltado el respeto a la Academia. Y los verdaderos universitarios no podemos permitirlo, porque nos duele y porque nos costó mucho esfuerzo y sacrificio lograr la formación que hoy tenemos.

Evidentemente la tesitura de Ángel Gabilondo en la Asamblea de Madrid es delicada. Habiendo sido Rector, presidente de rectores y Ministro de Educación, vérselas a derecha e izquierda con gente que trata de abusar de la Universidad, ya sea desde los títulos o desde las becas sin esfuerzo, tiene que sacarle de quicio. Pero hay que denunciarlo y, en el peor de los casos, recordarles la frase de Azaña: "si su señoría no se sonroja, permítame que yo me sonroje por usted".

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