Las pesetas ya son pura numismática. Nacieron con "la Gloriosa" en 1868 y palmaron ayer. Se atribuye a Víctor Hugo "Los cuarenta son la edad madura de la juventud; los cincuenta la juventud de la edad madura". Lo que tienen en común esas y tantas vidas educadas en pre-internet son las pesetas. La peseta fue una ilusión contable. Los viejenials todavía traducimos al euro las 166,386 pesetas para hacer las cuentas y tener una idea aproximada del valor de las cosas. En nuestras cajoneras se esconden calculadoras conversoras de pesetas a euros con las baterías meadas. Aquel pánico a pifiar las cuentas y los presupuestos. El efecto inflacionista de cuando los cafés pasaron de 80 rubias a un euro. Los bazares de todo a cien cambiaron el cartel por el de todo a un euro. Y en los días de la crisis los comerciantes más avispados admitían los pagos en pesetas. Te ahorraban la excursión a las oficinas del Banco de España con fachadas de templo de timo clásico.

La peseta como el fútbol anestesiante (que nos absorbe hasta que ganemos o perdamos la Eurocopa) es un estado mental. Susurra la carestía de la vida perrona en estos días de sueldos en perras y facturas de electricidad gordas. Antaño había taberneros que sumaban la cuenta en reales para vacilar a los parroquianos. También tocaban una bocina cuando les alegraban la propina. Días de cinturones chapados con monedas de dos reales en un alarde de remache reciclador. Auténtica economía circular. Reconózcalo la pela, la rubia o la cala le deja con un bote lleno de duros recuerdos. Las pesetas de papel nacional y republicano. Fíjese: con lo de la Memoria Histórica zapateril transfigurada en Memoria Democrática sanchista de las monedas de peseta más perseguidas son la de 1944 y también los veinte duros de Franco acuñados en 1966. Tienen un poder magnético. Son de buena plata y peor ley.

Los aficionados a las monedas de plata emplean imanes para orientarse acerca de la pureza de la aleación. Las pesetas del Rey Juan Carlos I también tienen tirón coleccionista. Y eso que al rey emérito cada día le encuentran más dineros escaqueados por aquí y por allá. Con la extinción de la peseta se evapora la nostalgia de las excursiones a por cromos, tebeos y chuches al quiosco y entre los jóvenes sólo pervivirá el gesto grosero de "la peineta".

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