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Pica en Flandes

Cambiar el paso en temas como la precariedad laboral o la brecha salarial es una necesidad urgente

Las leonas volvieron a rugir el sábado pasado. Se comieron a las holandesas con patatas fritas en deferencia a sus anfitriones bruselenses. Antes mordieron y devoraron al resto de las selecciones con las que han cruzado el campeonato de Europa de rugby femenino. Son las campeonas y es la sexta vez. La cuarta desde 2010.

Las chicas han hecho historia. Mientras los chicos siguen peleando por su pase al Mundial de 2019, ellas se han jugado el campeonato de Europa y lo han ganado. Su rugido se escuchó en España pese a no disponer de los altavoces de la televisión. El rugby se ha ganado un lugar en la parrilla de programación deportiva española que este fin de semana le brindó sendos espacios. Los dos los ocuparon ellos. El sábado, en diferido, contemplamos la honrosa derrota de nuestra selección frente a Georgia. También se jugaba el campeonato de Europa, pero no nos jugábamos nada en ese partido. La suerte se decidirá las próximas semanas contra Alemania y Bélgica. El domingo, de nuevo en diferido, un partido de la decimooctava jornada de la división de honor. A ellas, les quedó un hueco en las noticias. Una reseña de la histórica pica en Flandes plantada en Bruselas en esta ocasión.

A España la descabalgaron del 6 Naciones femenino, el campeonato de Europa A, en 2007. No hubo un problema con nuestro equipo, sino con el criterio de selección de los países participantes. Se decidió que jugarían las mismas selecciones masculinas y femeninas, y serían ellos los que marcarían el nivel para competir. Las féminas, con independencia de sus méritos, acompañan a sus hermanos mayores. Todo un criterio deportivo y, ante todo, un criterio de igualdad. En las vísperas del Día Internacional de la Mujer, la igualdad entre géneros tiene todavía muchos ensayos que realizar. Como en todos esos partidos que han librado las leonas, la resistencia a vencer será fuerte. Cambiar el paso en temas como la precariedad laboral, la brecha salarial o la violencia de género es una necesidad tan urgente como sangrante. Problemas mayores que una mera retransmisión deportiva. Pero también es cierto que, quizás porque costaba muy poco hacerlas visibles el sábado, haberlas dejado en el ostracismo tiene menos perdón. Por el camino, hemos perdido los hombres. De haberlas visto habríamos comprobado que, a pesar de lo que piensan algunos, el rugby femenino, además de femenino, también es rugby. Y del bueno.

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