Letra pequeña

jAVIER NAVAS

La Policía al asalto

ANTEs del escrache fue la Policía Local. A los agentes que tomaron al abordaje el Ayuntamiento de Málaga para insultar al alcalde ya les habían abierto un expediente disciplinario (y antes se le abrió a los que se sublevaron cuando el encendido de las luces de Navidad) pero la Fiscalía cree que ahí hay algo más: está olfateando indicios de delito. Se habla de "asalto simbólico a la Casona del Parque". Efectivamente fue un símbolo, de la sedición, pero las fotografías tienen más de icónicas que de simbólicas: aquello consistió en un asalto sin modificadores. Un expediente disciplinario se le abre a un oficinista que llega tarde al trabajo demasiados días. Con un policía debe acudirse a otros criterios.

Una jauría de auxiliares administrativos o de barrenderos de Limasa hace esto y hay motivos para preocuparse. Pero los policías locales no son funcionarios convencionales: trabajan ejerciendo la violencia legítima, la suya es la mayor plasmación del Estado. Las implacables exigencias para que un opositor se encasquete la gorra demuestran que de los policías se espera una disciplina rígida. Sin ese rigor son simplemente una turba avasallante infamando su uniforme.

A mí un tío con una porra me acojona, qué voy a hacerle. Lo único que me devuelve la calma es confiar en que lo pusieron allí para que se cumplan las leyes, así que basta con que yo no haga lo que sé que no debo hacer; podré incluso preguntarle una calle. Pero si los mismos policías se saltan tales leyes, yo nunca estaré seguro de si el que tengo enfrente está de huelga de celo o va a emprender una huelga a la japonesa, con el consiguiente y equitativo reparto de leña.

Repasando la historia comprobamos que ha muerto mucha gente -y bastante a manos de la policía- para que hoy podamos ejercer el derecho a la huelga y la protesta. No parece un privilegio frívolo el que se gana con sangre. Aparte de eso, un funcionario no es un simple jornalero del Estado: es el Estado. Como tal ha de comportarse. La expresión "jurar el cargo" aún tiene validez. El funcionario insatisfecho cuenta con muchos medios a mano para quejarse, pero entre ellos no está invadir un edificio público y abuchear a un alcalde. Un médico, un policía, un soldado, adquirieron voluntariamente una responsabilidad, noblesse oblige, y se les pide cuentas por ella. Si no están dispuestos a asumirla, mejor que se hubieran metido a otra cosa.

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