Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Polis impunes, polis abandonados

Los matones de Linares apestan el Cuerpo; los 'mossos' van huérfanos al matadero

Con la Policía sucede como con los árbitros: si se habla mucho de ellos, malo. Si un miembro de los cuerpos de seguridad entra, por ejemplo, en la maquinaria del tráfico de drogas a cambio de un dinero que le arrima el narco a cambio de su miopía y su despiste, todos sus compañeros de operativo o cuartelillo serán inmediatamente puestos bajo sospecha. Si un par de agentes de la Nacional, de paisano y puestos hasta las manillas y encima ostentando su placa, le dan una brutal paliza a un hombre y a su hija, entre aspavientos macarras y crueldad impropia de alguien que esté en sus cabales o no sea un hijo de mala madre, no pocos sospecharán de todo el colectivo, y muchos más rebajarán su consideración hacia el mismo: un sentimiento de rechazo y de temor nocivo para la convivencia y la necesaria sensación de seguridad de las personas. Por no hablar del oprobio y la frustración de una mayoría silenciosa de profesionales cumplidores y sencillamente honrados.

Resulta mucho más incomprensible que uno de esos dos tipejos dispuestos a reventarle la cabeza a alguien una vez reducido llevara años alardeando en las redes sociales de chuleta, de ligón, incluidas las menores, a quienes también requebraba desde el coche patrulla siempre que tenía ocasión: eso cuentan no pocas chavalas y aún niñas. También, aseguran las muchachas, era normal que las abordara en los locales de copas -de un pueblo donde el anonimato no existe-, y que ya sobradísimo les insinuara que las invitaba a cocaína, ¿le saldría gratis a él? Un regalito para el Cuerpo de Policía Nacional. Una institución que no supo meter en cintura a tan peligroso sujeto y tan pésimo policía (por cierto, una de las acepciones de este término es "limpieza"). Promocionaba y todo. Sin duda se creía impune. Un tipo peligroso.

Mientras, otros policías, nacionales y locales, se fajaban ante miles de personas semiorganizadas, manifestantes que reclaman la libertad de expresión aunados con soldados del odio a Espanya -también impunes éstos- y con delincuentes y violentos profesionales como la copa de un pino. Nada de manifestaciones autorizadas ni leches de esas. A la calle a jugarte el cuello contra quienes no dudarían en darte una pedrada -o un pioletazo- en la cabeza y quienes nunca lo harían, pero que tratándose del ciudadano Rivadulla -Hasel-, pues que se joda el madero: cosas del antifascismo. Estos policías de Barcelona y otras ciudades -mossos d'escuadra o nacionales- no tienen padre ni madre que los quiera. La Generalitat tiene muchas otras cosas que proveer.

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