Política ficción

Llevamos un tiempo en el que los debates políticos han dejado de basarse en hechos ciertos y comprobados

Llevamos un tiempo en el que los debates políticos han dejado de basarse en hechos ciertos y comprobados. Lo importante ha dejado de ser la realidad y se ha pasado a dar protagonismo a la conjetura sobre lo que puede ocurrir o simplemente sobre lo que nos gustaría que ocurriera. En vez de sobre actuaciones los discursos se están basando en indicios y sospechas. Estamos en la dialéctica de los juicios de intenciones, donde lo importante son las apariencias, las especulaciones y las suposiciones, sin que los elementos contrastados tengan mayor relevancia.

El debate político que actualmente plantea la oposición pertenece a ese campo de la conjetura más que al de la realidad. Todo el razonamiento de los dos partidos de la derecha para cimentar su oposición está basado en la supuesta existencia de un pacto secreto e inconfesable entre el partido socialista y los independentistas catalanes con el objeto de aprobar los presupuestos, a cambio de que el ejecutivo presione al ministerio fiscal ante el próximo juicio a los dirigentes separatistas. Con esta premisa, considerada como hecho irrebatible, hemos oído críticas rotundas y solemnes, acusaciones de engaño y denuncias de falsedades y traiciones. Desde las negociaciones en la cárcel, el cambio de calificación de los delitos por los que tiene que acusar del ministerio fiscal o la promesa de un indulto futuro, han sido innumerables las descripciones de acuerdos y pactos ya suscritos entre los unos y los otros.

Nada de esto, hasta ahora, ha ocurrido y, es más, vista la situación y las declaraciones del presidente Torra y de los parlamentarios secesionistas, todo parece indicar que tiene serias dificultades de que ocurra. Ya se sabe que el ministerio fiscal no ha alterado la calificación de los delitos con los que acusa a los dirigentes soberanistas y todo apunta a que los presupuestos no superarán el debate de las enmiendas a la totalidad y que, por tanto, el supuesto y vergonzoso acuerdo no haya existido. No importa, mientras haya una oportunidad para la sospecha o una posibilidad para la especulación, la realidad no va a arruinar una estrategia tan bien armada y de la que se esperan tantos frutos. Siempre habrá un elemento para la duda, la suposición o la inventiva y así, pacientemente, estaremos adentrándonos en el mundo de la política ficción, donde la realidad deja de tener importancia y lo trascendente es fundamentar teorías conspirativas, una tras otra, aunque los hechos se encarguen continuamente de desmentirlas.

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