Polonia no se achanta

La crisis de la UE introduce una incertidumbre muy gravosa sobre un futuro cada vez menos rosado

A todas las crisis a las que los europeos nos enfrentamos -la pandemia aún no vencida, la económica general, la energética muy en particular, la migratoria, la brutal de natalidad...- se une desde hace algunos años la de la Unión Europea como marco de relación entre los Estados y proyecto común. La ya inocultable crisis de la UE -Brexit y aparición del Grupo de Visegrado como grandes indicadores- introduce una incertidumbre muy gravosa sobre un futuro cada vez menos rosado.

Un aspecto fundamental de esa crisis es la presión que la Comisión y el Parlamento de la UE se sienten con derecho a ejercer sobre países como Hungría y, últimamente, Polonia, que se han mostrado rebeldes frente a la corrección política que se ha convertido en la megaideología europea, una vez liquidados o en saldo los viejos ideales cristianos, liberales o socialdemócratas que la inspiraron. Los conflictos concretos son casi anecdóticos y apenas ocultan la irritación general de los mandamases europeos frente a los respondones. Las recientes diferencias con Polonia, que han llevado a amenazas intolerables de bloqueo de fondos de recuperación tras el Covid o de simple expulsión, tienen como excusa una sentencia del Tribunal Constitucional polaco que afirma la superioridad de la norma suprema del país sobre la legislación comunitaria, algo que consagran los tratados europeos y que, además, ha sido reafirmado en numerosas ocasiones por tribunales o mandatarios alemanes y franceses, por ejemplo.

El martes pasado, día 20, el presidente, Mateusz Moraweicki, ha reafirmado ante el Parlamento Europeo la posición de Polonia. Desde luego, plena seguridad del deseo de Polonia de seguir formando parte de la Unión, pero con exigencia de que las reglas del juego sean las mismas para todos y declarando "inaceptable" ampliar competencias, imponer decisiones sin base legal, y, sobre todo, utilizar el lenguaje de chantaje financiero para sancionar: "Rechazo el lenguaje de la intimidación, las amenazas y las extorsiones... Que el chantaje se convierta en un método de hacer política hacia cualquier Estado miembro". Moraweicki ha señalado con toda claridad el verdadero quid de la cuestión: "la Unión Europea no es un Estado. ¡Los Estados son los 27 países miembros de la Unión! Son los Estados los que siguen siendo soberanos europeos [y] determinan el alcance de las competencias atribuidas a la Unión Europea". Con Polonia, señores, han topado.

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