Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Poltergeist

A Franco ya lo desenterró Adolfo Suárez desde las entrañas del régimen hace más de cuatro décadas

Aver si termina pronto este Poltergeist desenterrador de un Boris Karloff de pacotilla. Es posible que su principal inductor pase a la historia por esta pírrica conquista, sería su particular gol de Nayim. Los casi 44 años que Franco lleva enterrado en el Valle de los Caídos de la sierra de Guadarrama son tres más de la mitad de los 82 con los que murió. Españoles, Franco ha muerto. Ese tiempo, casi medio siglo, no me parece algo baladí. Si hacemos el camino a la inversa y viajamos 44 años hacia atrás desde aquel histórico 20-N de 1975 nos plantamos en 1931. Comparemos la destrucción del primero de esos periodos -una República que parte de los republicanos se encargaron de destrozar, una guerra salvaje, una posguerra atroz, una guerra mundial, un aislamiento vergonzante-, con las conquistas logradas en el segundo. Esa simple comparación de fallas tectónicas cronológicas deja en evidencia a quienes cuestionan la Transición.

A Franco ya lo desenterró de la historia Adolfo Suárez desde las entrañas del régimen. El año más importante para la democracia en España no fue ni 1975, con la muerte de Franco, ni 1977, el año del regreso de los exiliados, la legalización de los partidos y las primeras elecciones democráticas. Fue 1976, un año-gozne trascendental: el año de la peluca, así lo llama Joaquín Bardavío por la que lucía Santiago Carrillo, préstamo del peluquero de Picasso, del encuentro furtivo del líder comunista con Adolfo Suárez; el año que salen a la calle El País (4 de mayo de 1976) y Diario 16 (18 de octubre), con Areilza y Blanca Estrada en sus respectivas portadas; el año del gol de Panenka en la final de la Eurocopa de Yugoslavia que Checoslovaquia le ganó a Alemania. Casi medio siglo después, con los adelantos tecnológicos del VAR, surge el miedo del penalti al portero, revés de la novela del Nobel Peter Handke.

En la semana de la muerte de Franco, la FIFA elige a España en Guatemala, el escenario de la última novela de Mario Vargas Llosa, como sede del Mundial de 1982. Una profecía del cambio político. La movida acabó con el Movimiento, aunque fuera promovida por el Ayuntamiento. Franco conseguía que los muertos votaran en sus impopulares consultas. Curiosa paradoja, digna del festival de cine de terror de Sitges, que diez días antes del 20-N a las urnas llegara el voto de un muerto bien muerto. Que mentes obtusas tratan de resucitar como si estuviera de parranda.

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