Populismo a la malagueña

Hay riesgo de usar las protestas en la calle a conveniencia, a veces sale cara pero la moneda tiene reverso

El alcalde de Málaga acaba de perder la primera batalla de su mandato. Una incursión en supuesto territorio amigo que culminó en desbandada. El riesgo de gobernar bajo el síndrome de la pancarta. Desconozco qué razones impulsaron al Consistorio a pintar las líneas azules de los estacionamientos SARE en calle La Unión. Se supone que la intención era mejorar la actividad comercial en una área de difícil aparcamiento.

El territorio corresponde a la concejal todopoderosa Teresa Porras, así que en teoría nada podía salir mal. Es su barrio, al que tiene contento con cabalgatas varias y fiestas con nieve artificial en Navidad. Pero algunos residentes le han salido respondones. El caso es que, al final, el equipo de gobierno, en un gesto de firmeza para defender su iniciativa, acabó por mandar a la Policía Local, y no precisamente como cascos azules. Los agentes recibieron el encargo de proteger a los operarios que trazaron en la calzadas las rayas del color que identifica a la ONU. Una operación con nocturnidad para demostrarle a los vecinos soliviantados que el Ayuntamiento de Málaga no se deja presionar en la calle.

Pero tras el ejercicio de fuerza asistimos al efecto gaseosa, que suele ser la reacción habitual de Francisco de la Torre cuando se enfrenta a un contratiempo inesperado. Para templar los ánimos anunció en principio que la decisión de habilitar el SARE en La Unión no era definitiva y que sólo asistíamos a un periodo de pruebas para evaluar los resultados a su término. Pero finalmente llegó la retirada anunciada al caer la noche del domingo. Una marcha atrás con la mínima estridencia para ocultar el desaguisado. Queda aplazada hasta mejor oportunidad la zona azul en el barrio.

Es el riesgo de usar las protestas a conveniencia. La moneda a veces cae de cara pero también guarda la cruz en el reverso. Si un centenar, mal contado, de residentes, con el inestimable aliento del regidor, un enamorado de los túneles, se pudo cargar una línea de tranvía en superficie con destino al hospital Civil, la coherencia dicta que a partir de ahora cualquier puñado de descontentos tiene el mismo derecho a paralizar cualquier iniciativa que les moleste. Y en este caso no había en juego un proyecto de interés general para la ciudad, como el del suburbano, sino un plan que incide en la vida diaria de los moradores de unas calles.

Con estos antecedentes, la espiral que se abre puede peligrosa en cuanto un distrito cuente con algún referente social bien organizado. Y también le muestra el camino a la oposición. Los políticos deben ser sensibles a las demandas ciudadanas. Rectificar también es gobernar. Pero las decisiones nunca se puede tomar a golpe de populismo, aunque sea a la malagueña.

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