Populismo es la "tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo". Que se supones que es lo que deben hacer los políticos. Pero en su segunda acepción, es sinónimo de demagogia. De empleo de falsas promesas difíciles de cumplir, para convencer al pueblo y convertirlo en instrumento de la propia ambición política. Con lo que llamar populista a una niña de 16 años porque denuncia lo mismo que viene diciendo Naciones Unidas desde hace 47, supone, en primer lugar, presuponerle una ambición más propia de un político de 48. Nadie puede negar que la muchacha practique un incansable activismo de eficiente resultado mediático, pero descalificarla por su éxito es negar nuestro propio derecho a alzar la voz. Tampoco promete nada. Pregona las consecuencias que una multitud de informes científicos vienen anunciando.

Pero para evitar que toda esta demagogia prospere y vigilar que los "alarmistas del cambio climático" impongan una "agenda progre", Espinosa de los Monteros se ha acreditado en la cumbre (ahí es nada). Porque lo importante es dilucidar si existe o no cambio climático y si lo causa el ser humano. Lo que no sorprende desde su reconocida condición de político (y no de científico), que ignora la sucesión de informes que lo confirman, relacionando el aumento de las temperaturas desde el inicio de la Revolución Industrial con el aumento exponencial de emisiones de gases invernadero como consecuencia de la quema de combustibles fósiles. Indudable responsabilidad de las ballenas. A cambio, y puestos a empuercar el planeta, sí es capaz de identificar, con riguroso rigor científico, a la clase media sublevada en Chile ante las políticas económicas ultraliberales con los participantes en la cumbre que quieren cercenar nuestra libertad.

Espinosa tiene razón en una cosa: es una cuestión ideológica. El problema es decidir entre preservar el planeta para todos, aun a costa de cambiar hábitos y sabiendo que será difícil, o continuar una huida hacia delante que lo deje hecho unos zorros. En ese mundo estercolero, con una distribución de las rentas aún más desigual, una élite confía en que vivirá en unas condiciones de confort imposibles para el resto. Y para imaginar esto no hay que ser un radical chileno, basta con ver las películas en las que Hollywood presenta un mundo futuro. Aunque es cierto que, desde que murió John Wayne, Hollywood es un nido de progres.

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