Posfacismo

El fondo ideológico que nutre la demagogia lepenista remite a la atmósfera contaminada de los años negros

El hecho de que buena parte de la base popular de los fascismos históricos proviniera de la izquierda, como ya observaron los contemporáneos, va más allá de la inicial militancia socialista de Mussolini y apunta a una competencia real entre las opciones declaradamente antiburguesas por atraerse a la clase obrera, a la que tanto las agrupaciones de la extrema derecha como los partidos acogidos a la órbita soviética o sus rivales anarquistas -que al menos, pese a las cínicas y reiteradas calumnias de los sicarios de Stalin, no pactaron nunca con el enemigo- prometían liberar de la así llamada farsa parlamentaria. Hubo en efecto no sólo proximidad en las razones, sino también transvase de militantes o incluso de líderes y una retórica ampliamente compartida, más o menos oportunista como lo son todas las retóricas.

En la vecina Francia, que asiste a un evidente aunque enmascarado revival de las ideas más repulsivas, no puede decirse que la confluencia entre doctrinas aparentemente irreconciliables no tenga claros precedentes. Acudiendo al consabido argumento de la opción superadora, ya el "sindicalismo revolucionario" de Georges Sorel despreciaba las causas humanitarias y proponía la revisión del marxismo desde una perspectiva patriótica de fuerte contenido irracionalista. El culto de la nación, la llamada a una renovación moral, el odio del liberalismo y el sentido de misión frente a una Europa en decadencia marcaron también la evolución hacia el fascismo de antiguos izquierdistas como Lagardelle, Hervé o Bergery, pero fueron Marcel Déat y Jacques Doriot, un metalúrgico que había ocupado la secretaría general de las juventudes comunistas, los que llevaron más lejos su compromiso con la derecha autoritaria.

Puede que todos estos nombres, felizmente olvidados, no nos digan nada y que la situación actual sea muy distinta -en realidad abundan los paralelismos- de la que caracterizó el convulso periodo de entreguerras, pero la candidata del Frente Nacional ha vuelto a hablar de Vichy en términos que exoneran a la verdadera Francia de su innegable complicidad en las deportaciones de judíos y parece que hay millones de conciudadanos, mayoritarios en los suburbios, decididos a apoyarla. Sostienen los analistas que ese respaldo, motivado por la desconfianza hacia los políticos convencionales, no implica sintonía sino mera protesta, pero el fondo ideológico que nutre la demagogia lepenista -especialmente inquietante en lo referido a la inmigración- remite de modo inequívoco a la atmósfera contaminada de los años negros.

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