Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Posicionamiento papal

Antes de que la red fuera completa y poco a poco totalitaria y nos enredara y controlara a todos, ya existía la palabra posicionamiento, que hoy se utiliza muy mayormente para las estrategias de visibilidad en internet (y ustedes perdonen la expresión, es por estar a la altura de la jerga corporativa al uso). El marketing acuñó la palabreja, antes de que existieran siquiera los ordenadores, para describir aquellas tácticas que buscan que nuestro producto -servicio, partido político, club social, garito costeado, ayuntamiento: cualquier entidad hecha por humanos- sea percibido de una determinada manera: amable, útil, exclusivo, sensual, poderoso, comprometido, gamberro, barato, juvenil, progresista, conservador… Para tal propósito, la mercadotecnia cuenta con un arsenal diverso: envases, colores, sonidos, olores, publicidad por supuesto, acciones promocionales, prácticas de responsabilidad corporativa más o menos creíbles. Cada día más nos encontramos a personas que se han creado un avatar, de la mano de la propia internet, con el que funcionan en una realidad paralela que puede que tenga poco que ver con los méritos y logros de esas personas: su posicionamiento es falso, pero puede ser útil comercialmente, o venir a suplir carencias y a aliviar complejos.

Dado que la Iglesia católica, y en concreto el papa Francisco, desarrollan estrategias de imagen como cualquier otra organización de su tamaño -ninguna tiene su edad-, es lícito comentarlas. Por ejemplo, en la reciente Cumbre del Clima, el Vaticano no dejó pasar la oportunidad de posicionarse ante la emergencia ecológica: son trenes que no conviene dejar pasar, y que le pregunten si no a los "ecologistas de toda la vida" que rigen el ayuntamiento de Madrid. Los obispos optaron por el verde: la puesta en escena lo aconsejaba. El Papa, por su parte, habla de que "la familia humana está en peligro". En su afán de pescar en caladeros antes no faenados, el Pontífice ha logrado caer de cine a los ateos y ser un must de cadenas como La Sexta, algo a priori improbable. Y ello de forma paralela al malestar que genera en sus huestes, o sea, los católicos. Su posicionamiento no parece coherente, o bien es confuso, con lo que proyecta una imagen de poca credibilidad, y no abundaremos en la argentinidad del delegado del Espíritu Santo en la Tierra. Un técnico en mercadotecnia diría que su posicionamiento es dudoso. Recuerden a Bilardo, también argentino, entrenador de fútbol, gritándole a su masajista, que atendía a un contrario: "¡Domingo! ¡Los nuestros son los de colorado!".

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