El rebalaje

laura / teruel

Postureo de agosto

EN mayo se publica una de las encuestas a la que se ha agarrado alguno para hablar de una mejoría de la situación económica de las familias pues ya sólo el 40% de ellas no puede irse de vacaciones al menos una semana al año. Cada curso, cuando salen estos datos, me planteaba si Málaga forma parte de la muestra porque en mi memoria juvenil, y en la de mucha gente a mi alrededor, el verano era simplemente no tener clases y estar en La Misericordia ¿A dónde íbamos a ir mejor? Eso era, al menos, lo que oíamos y, sinceramente, nos parecía verdad. Será porque somos de esa parte de la ciudad en la que hay nubes de mosquitos.

Para qué íbamos a escapar de la costa a la que todo el mundo venía -sí, tal vez precisamente porque todo el mundo venía-. Por qué querríamos perdernos la feria si ya conocíamos las mejores calles para hacer botellón. Qué osadía renunciar al pescaíto frito de los chiringuitos -sí, aunque tu madre te lo preparara en casa desde primavera-.

Con las nuevas tecnologías Málaga es una gran ciudad para el postureo veraniego. Y no deja de ser un buen síntoma que ahora se presuma de la felicidad y no se aireen las miserias por más que la prensa rosa no ceje en su empeño ni con el calor o que la clase política nos haga llorar cada vez que vemos las noticias. En un momento te plantas en La Malagueta, uñas pintadas de rojo obligatorio, te echas una foto de los pies en el agua, para las redes sociales y a dar envidia al personal. Ten cuidado de no sacar el levante que tan pesado ha sido estos meses y de dejar fuera del enfoque las natas playeras. Puedes subirte a una terraza céntrica y tomarte un gin tonic con todos los condimentos. No te preocupes mucho por la marca porque, total, es para la foto. Encuadre con la Manquita detrás y para Facebook: "Disfrutando la noche de terraceo". O enviar un pantallazo del Pokemon capturado en plena calle Larios -aprovechando que el terral no se ve- a los amigos: "¡Ya es mío el boquerón!".

Este juego de apariencias tiene en Málaga un escenario ideal y es casi un pecado desperdiciarlo. Lo sabe el que se echa la foto y el que lo recibe desde el trabajo. No hay que enfadarse. Este "Estoy de postureo y me acordé de ti" será un clásico como las felicitaciones navideñas, una postal del verano que, por fin pero desgraciadamente, ya se va.

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