El puchero

Teresa Santos Tsantos@malagahoy.es

Primeras calidades

OOBSERVA, primeras calidades". Era toda una revolución interior la que sentía. Por fin, casa nueva, vida nueva. Había pasado de un pisito de VPO de 90 metros a una gran casa con piscina rodeada de árboles frutales. Estaba entusiasmada. Veía la cara de asombro en sus invitados.

-"Bonitas vistas las que tenéis aquí. Lo único que llegar cuesta un poco y se llenan los coches de polvo". -"A ver si nos hacen una carretera, que ya somos unos cuantos los que hemos construido por aquí". -"Esto está bastante aislado". "Tendríais que pedir que os pusieran farolas en el camino". -"Bueno es que antes aquí sólo había cultivos, y ahora somos muchos los que hemos elegido el campo para vivir".

A nadie de los presentes en la velada se le ocurría preguntar cuántos fondos tendría que invertir el ayuntamiento al que pertenecía aquel pintoresco lugar para llevar agua corriente y luz a cada una de aquellas casas que habían aparecido como champiñones en otoño a la izquierda o a la derecha de los caminos por los que se accedía a las tierras.

-"Esta es una buena salida para un terreno que ya nadie quiere cultivar, sobre todo, desde que se escatiman las subvenciones europeas". -"Sí, ¿pero esto es legal? ¿Se puede hacer un chalé en medio de un cultivo de naranjos? -"Bueno, los naranjos no los vamos a dejar secar. Ya buscaremos quien nos los cuide". Si hay que pagar multa, pues se paga.

Ninguno de los asistentes a aquella velada se pregunta cuál podría ser la diferencia entre un camino y una carretera en cuanto a esfuerzo presupuestario.

Los anfitriones daban detalles sobre el estupendo granito que habían instalado en la encimera, del buen acero inoxidable de la grifería e incluso, ecológicos ellos, se planteaban en el futuro colocar paneles solares.

Lo reconocían ya establecidos en medio del campo, les estaba ocurriendo igual que a sus vecinos. Se habían dado cuenta de que tenían un problema de accesibilidad que resolver, algún que otro pozo ciego de clausurar y se preguntaban cómo hacer ver al ayuntamiento que la red de cañerías de desagüe del casco urbano debía estirarse a modo de chicle para no tener que preocuparse de los malos olores de cuando en cuando.

Aunque los protagonistas son inventados, la historia es real. Un día sí y otro también se descubren nuevos casos de ilegalidades urbanísticas, de construcciones irregulares, se ponen patas arriba muchos ayuntamientos para ver si alguien se ha enriquecido haciendo la vista gorda. Los juzgados se llenan de denuncias por delitos urbanísticos y el problema gigantesco se deja en manos de los tribunales, que tienen la obligación de hacer cumplir la ley. Una ley aprobada por los mismos partidos políticos que en muchos casos incumplen cuando la tienen que aplicar en los ayuntamientos.

El aspecto penal de la cuestión oculta otro no menos grave, la falta de sentido cívico. Una carencia evidente cuando ni tan siquiera nos planteemos haber deteriorado el paisaje o el gasto que generamos si nos empeñamos en hacer que los servicios vengan a nosotros después de haber construido en medio de ninguna parte. En fin, primeras calidades.

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