Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Progeria

Podemos, todavía un recién llegado a la política española, sufre ya todos los males de un partido antiguo

Lo que ha ocurrido y seguirá ocurriendo en Podemos no es una crisis de crecimiento o un episodio de inmadurez que el tiempo arregle. Es algo más serio. Lejos de mí cualquier deseo de frivolizar con algo tan grave como una enfermedad de gravísimas consecuencias. Pero lo sucedido en torno a la asamblea de Vistalegre me ha hecho pensar en la progeria, un raro síndrome, sin tratamiento curativo, que se presenta en algunos niños y que hace que tengan el aspecto de ancianos. Podemos, a pesar de que todavía es un recién llegado a la política española, presenta ya todos los signos de un partido viejo, viejo además como sólo pueden serlo los antiguos comunistas que fueron barridos de la historia con la caída del muro de Berlín. La división entre los partidarios de Iglesias y Errejón, la victoria del primero que anuncia purgas para los partidarios del segundo, la aplicación estricta de las normas leninistas del centralismo democrático, la política de camarillas como línea de actuación preferente y muy por delante de cualquier proyecto de actuación social… Podemos tiene ya dentro de sí todos los males de la izquierda más rancia, la que no pudo sobrevivir y adaptarse a los tiempos.

Hace aún muy poco tiempo desde que Pablo Iglesias y los suyos irrumpieron en la vida pública y lograron generar el sentimiento de que algo nuevo había llegado: ellos serían los que harían cambiar muchas cosas de la política española que habían quedado anquilosadas e inútiles. Eran los tiempos en que la crisis golpeaba con fuerza a las clases medias y a los jóvenes y en ambos colectivos encontraron comprensión y apoyos. Pero la ilusión duró un suspiro. Cuando llegaron a las instituciones -al Congreso y a ayuntamientos tan importantes como Madrid, Barcelona y Cádiz- la gente empezó a verlos tal y como eran. La inconsistencia de sus propuestas, el carácter mesiánico de su líder, la obsesión mediática y, sobre todo, los modos de actuar que los relacionaban directamente con la vieja política, que se suponía que habían venido a destruir, hicieron que muchos de sus partidarios se borraran y que sólo se quedaran con los muy convencidos y con los muy jóvenes que viven más en el universo de las redes sociales que en el real.

Vistalegre II, como ellos han llamado al congreso en el que sus dos sectores se han batido a navajazos, los ha terminado de retratar. Por lo menos hay que agradecerle que lo hayan hecho a cara descubierta. Son como el Partido Comunista de Carrillo y Claudín, pero sin la épica de luchar contra una dictadura sangrienta. Lo que les ha pasado no es un mal sobrevenido. Es una enfermedad de origen genético.

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