Las dos orillas

José Joaquín León

Prostitución política

HAN aparecido tantos chorizos y mangantes vinculados a la política que nos perdemos entre las tramas y las ramas. Eso es lo peor. Mientras el PSOE pedía dimisiones del PP por arriba en el caso Gürtel, mientras el PP le echaba en cara al PSOE el caso de Estepona o le recordaba la antigua Filesa, se está tirando de la manta y se está viendo toda la mierda que había debajo, con perdón. Mierda de todos los colores. De unos más que de otros, ciertamente, pero con nadie en situación de tirar la primera piedra de la limpieza absoluta. Faltaban escobas por todas partes. Parece que en los partidos miraban hacia otro lado, mientras los más sinvergüenzas se aprovechaban.

Pero esto no es sólo corrupción, sino prostitución política, que es tan antigua como la otra. Consiste más o menos en lo mismo, en vender favores a cambio de dinero o bienes. Sólo que aquí los favores no los venden unas rumanas o unas nigerianas engañadas, o unas víctimas de la crisis que ofertan su cuerpo en último extremo, sino una mezcla de gigolós y de chulos que se han aprovechado de las circunstancias. Así han montado esta prostitución de lujo, en la que unos señoritos pagaban para ponerse morados con los pelotazos, recalificaciones y mangancias en general.

Esta prostitución política no estaba legalizada, pero se hacía la vista gorda; más o menos como en la otra. Aquí no se ponían a hacer la calle, sino que hicieron barriadas enteras, así en suelos urbanos como rurales, con prevaricación y alevosía. A estas alturas, incluso puede haber partidarios de legalizar esa prostitución política, apelando a que es un oficio habitual desde el principio de los tiempos. O dirán que la culpa es de los clientes, que pagaban los favores. Pero ¿los proxenetas de la prostitución política quiénes han sido? ¿Quiénes han montado esas casas de lenocinio y se aprovecharon de los resquicios legales e ilegales? ¿Por qué han tardado tanto tiempo en reaccionar?

Ahora, cuando la situación es bochornosa, está funcionando el ventilador, como decía Alfonso Guerra, que empieza a dar vueltas y se lleva la porquería de un lado para otro. Pero el ventilador, como el algodón, no engaña. Si esparce la suciedad será porque estaba ahí. Podemos desconectarlo, seguir con la vista gorda, mientras los proxenetas de la política se ponen las botas. O podemos exigir tolerancia cero contra esta prostitución, aun sabiendo que no influye en las elecciones, porque si influyera no votaría nadie.

Para acabar con la prostitución política no parece necesario que Zapatero y Rajoy firmen un pacto como el de los tránsfugas, que no sirve para nada. Bastaría con aumentar la vigilancia y retirar a todos los que se prostituyen para enriquecerse. Caiga quien caiga.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios