Hola, Pablo. Sé que no vas a leer esto. No creo en dioses ni en vidas más allá de esta. Creo en el hombre. Él mismo fabrica sus dioses y sus demonios. Tú decías que no sabemos lo que hay más allá. Tienes razón. Y no sé qué habrá para ti ahora, pero sí que aquí has dejado un catecismo vital a la que ninguna religión puede aspirar. No hay más paraíso que exprimir la vida. Esta. Decía que no vas a leer esto. Se trata de una liberación personal. Me quedé con las ganas de conocerte más allá de aquel apretón de manos. De ser tu amigo. Tenía muchas cosas que contarte y muchos proyectos que ofrecerte para colaborar en tu lucha. Se me quedó el mal cuerpo de ese whatsapp que no leíste y que me llenó de escalofríos. Pero tranquilo. No habrá luto por mi parte. Ni crespones negros. Ni minutos de silencio. Ni lágrimas. Queda una misión que entre todos debemos heredar. Por mi parte, te prometo que no caerá en saco roto. Conocí tu historia en el momento en que tenía que conocerla. Y cambiaste mi vida antes de fallecer. Lo poco que ya he hecho y todo lo que haré es consecuencia de tu mensaje. No sé si por la cercanía de ser malagueño, si por esos 20 años, si por esa manera tan valiente de hablarle al cáncer a la cara o por ese aura angelical el día que nos honraste con tu presencia en el Málaga Palacio. Pero me llegaste muy dentro. A ver cómo lo hago ahora. Porque me va a faltar tiempo para vivir intensamente, ser feliz, amar la vida, no desperdiciar ni un solo segundo y, además de todo ello, sacar tiempo para perpetuar tu mensaje. Porque ahora a todos nos toca ser tú. Ya tengo muchas ideas en la cabeza, ojalá todas puedan salir a la luz. Descuida, como te decía, no cabe la tristeza en mí -le pido perdón a tu familia por ello si creen que es una ofensa-. En lo que a mí atañe, los minutos serán de aplausos. Los crespones, de colores. El bíceps apretado será más que un símbolo. Mi comparsa, un altavoz para extender tu causa. Por cierto, aprovecho para confesarte algo: cuando cierro los ojos, me viene tu imagen sin cabello y con la bata del hospital, no esa del adolescente capaz de levantar kilos y kilos en el gimnasio. Es esa mirada tierna la que me parece fuerte, inmortal. No sé cómo eras antes de la leucemia, pero sí cómo es el Pablo que nos debe quedar. Dice tu hermana que una persona solo muere si la dejas de querer. Así que no sabes cuánta vida vas a tener mientras dure la mía. Eso sí, te advierto que seguramente no se me dará tan bien como a ti. Si descubres algo digno de la vida en la otra vida, por favor, espérame un ratito y déjame decirte todas las cosas que se me quedaron en el tintero. Ahora te dejo, voy a seguir viviendo.

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