El clásico de los informativos de la temporada de rebajas es la entrevista a un inspector comprobando que las etiquetas marcan el precio nuevo y el antiguo. Nuestro derecho es saber ambos por adelantado para poder buscar, comparar y comprar, si no encontramos nada mejor. La información no debe dejar lugar a la confusión para que podamos cotejar cantidades; aunque acorde con la deriva del sistema educativo, nada nos obligue a saber calcular un mero porcentaje. Son las reglas de la libre competencia, del paradigma económico del siglo XXI por las que vela la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, a la que el sector de las eléctricas le resulta de una transparencia cristalina, invierno tras otoño y otoño tras verano.

Acorde con la defesa del sacrosanto principio, la web de la Red Eléctrica de España es un faro de luz para el consumidor a pesar de que yo siga a oscuras y no encuentre su interruptor. Siempre pensé que, si acabé mis estudios, fue porque en la Escuela empezaron a hartarse de mí. Pero si la única conclusión que obtengo cuando pretendo adivinar el precio que tendrá la luz el mes que viene es que soy incapaz de saberlo, no me imagino el caos neuronal en el que entrarán todos y cada uno de los vecinos de mis padres, cuya edad media empieza a aproximarse peligrosamente a la esperanza de vida.

Nunca llueve a gusto de todos y menos aun de las eléctricas, a las que le viene como agua de mayo que no caiga una gota. La pertinaz sequía es la excusa perfecta de la reciente subida del recibo. O al menos eso se deduce de las explicaciones sobre tan selecto grupo de empresas, distinguidas con el privilegio de comunicar el precio de nuestra consumición una vez servida. Una falta de agua y de viento que sólo demuestra la carencia de una política de apoyo a las energías renovable en un país en el que, cuando no llueve, hace un sol de justicia. Una falta que explica por qué tenemos instalada diez veces menos potencia de energía solar que en Alemania, aunque allí sólo vean el Sol si vienen aquí a beber cerveza. La explicación final es la subida coyuntural que desaparecerá cuando haga menos frío, sople el viento, llueva y Francia produzca más energía; pero para comprobarlo, la factura de la luz tendría que venir el antiguo precio. Como en las rebajas. En la práctica, nadie se acuerda de la última vez que, aprovechando una bajada del petróleo, también bajo el de la gasolina.

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