Agostados

Juan M. Marqués Perales

Rajoy, desde la barrera

CUANDO llegue el 29 de septiembre, Zapatero habrá concluido todas las reformas contra las que se convocó la huelga general. Para esos días se guarda el anuncio de la subida de los impuestos para las rentas más altas y algunos cambios ministeriales. Corbacho se irá con Montilla a la carrera catalana y quizás Chaves asuma la lidia de limar el cabreo sindical. En menos de cinco meses y sin mayoría parlamentaria, este presidente incógnita habrá sustanciado los grandes cambios estructurales que la economía del país pedía a gritos desde hace dos décadas, con lo que se demuestra que, en España, los ajustes de derecha sólo pueden realizarse desde la izquierda. El primero: la privatización de las cajas y la remodelación del sistema financiero. Más que pruebas de estrés, esto ha sido un striptease integral. El sector financiero desnudado con escarpelo ha demostrado que España es un país de fiar: se le puede prestar dinero. Las cinco cajas suspensas le otorgan mayor credibilidad al examen general, mucho más que en el caso alemán, con una canciller reacia a publicitar las tripas de sus bancos, algunos de ellos tratando de esconder su deuda griega y el mejor de sus amigos, el presidente del Deustche Bank, apostando en Bolsa contra el BBVA. Segunda: la reforma laboral, que ha ido más allá de lo esperado bajo la influencia de CiU. La tercera y la cuarta se dejan para septiembre: pensiones y sistema energético. Esta última pasa irremediablemente por el impulso de la energía nuclear, único sostén para el desarrollo masivo de las energías renovables. Con ello, Zapatero habrá conseguido dos objetivos. Uno, dejar a Rajoy sin discurso económico. El líder popular se ha ido de vacaciones sin responder qué propone él y su partido sobre tan trascendentales reformas más allá de lo obvio. Menos mal que ahora le quedan los toros, aunque, cuidado, que es uno de esos tema trampa. Sangre y nacionalismo. Y segundo: si con las reformas Zapatero se trasmuta en hombre de Estado y la economía respira, retomará su idea original de no volver a presentarse en 2012. Puede que Rubalcaba se encargue de tomar el relevo de un país saneadito, pero mucho más dolido. Al menos su electorado. ¿Qué hará, entonces, Rajoy si ha sido el primero en solicitar que el torito torpe sea devuelto a los corrales?

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