UNA sola realidad incontrovertible: el Partido Popular ha ganado las elecciones al Parlamento Europeo y el Partido Socialista las ha perdido. Por dos escaños y más de medio millón de votos de diferencia. Con el añadido de que la abstención no ha subido con la espectacularidad pronosticada por todas partes, manteniéndose en los términos de hace cinco años (54%).

Lo demás es interpretable. Un 3,6% de distancia en porcentaje de votos a favor de la lista que encabezaba Mayor Oreja no es ni mucho ni poco, sino todo lo contrario. Ni dejará contentos a los del PP, que esperaban ganar por cinco o seis puntos, ni consolará a los del PSOE, que se conformaban con una derrota de sólo uno o dos puntos. Los 3,6 puntos se sitúan en una indefinida posición intermedia, útil para validar todas las lecturas.

A Mariano Rajoy los resultados de ayer le sirven para consolidarse como líder del centro-derecha. Esta victoria se suma a la de las elecciones gallegas y a la posición influyente adquirida en las vascas: tres triunfos en tres contiendas electorales sucesivas, sólo un año después de su fracaso de las generales de 2008. Si después de éstas y con el congreso del partido instalado en la crisis los críticos a Rajoy fueron incapaces de plantearle una candidatura alternativa, ahora lo serán mucho menos. Las críticas que sin duda recibirá no trascenderán de los corrillos y mentideros de la Corte. Habrá ruido, pero Mariano no va a ser cuestionado por la organización que preside.

Tampoco el 7-J le ha ido como para tirar cohetes. Sacarle el dichoso 3,6% y dos escaños al partido que gobierna una economía en recesión y con cuatro millones de parados -y en unos comicios que se prestan al voto de castigo cómodo y sin compromiso al gobernante- no es una gran victoria. Mirando al futuro, es difícil que cuando Zapatero compita con Rajoy directamente se encuentre en una situación más problemática y con más capacidad de desgaste que la actual. Falta un montón de tiempo y pueden ocurrir un montón de cosas.

A los respetables y legítimos comparsas de estas elecciones europeas les ha ido como cabía esperar: dos escaños para la coalición nacionalista de CiU, PNV y CC; Izquierda Unida sigue cuesta abajo, pero mantiene sus dos eurodiputados; el partido de Rosa Díez ingresa en la Cámara y también lo hace la coalición aglutinada por los nacionalistas radicales de ERC y BNG. El disfraz de Batasuna se quedó, en cambio, con las ganas, y los demócratas, tranquilos por ello.

En resumen, el viento sopla a favor del PP, aunque no es un huracán, ni está escrito que vaya a soplar siempre en la misma dirección. No se puede considerar que el 7-J ha sido la segunda vuelta de las generales de 2008 ni la primera de las próximas (¿2012 o antes?).

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