La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Contra Rajoy vivíamos mejor

La investidura de Sánchez ha demolido el discurso de la confrontación de Díaz: ya no se puede culpar de todo a Madrid

La frialdad de la Junta ante el gesto de Pedro Sánchez con los 629 inmigrantes del Aquarius -una mezcla confusa de ayuda humanitaria, exhibicionismo sentimental y operación propagandística- está más que justificada. ¿Qué tienen estos pobres fugitivos de la guerra y la hambruna que no tengan los que, por miles, llegan en pateras a las costas andaluzas para ser internados en nuestros centros a la espera de expulsión? Nada más que lo vistoso de su rescate y la xenofobia del ministro del Interior de Italia.

Sirve como ejemplo de la desgracia que para Susana Díaz ha representado la llegada al poder de Pedro Sánchez. Pero hay uno mejor y más global: el Gobierno de Sánchez, por sí mismo, derriba el discurso de la confrontación que había sido hasta ahora el eje ideológico y político de la acción de Díaz. Su principal argumento, cuando no el único.

Al modo de los bárbaros de Kavafis, los males de Andalucía siempre tenían un culpable: el Gobierno del PP. Si Andalucía seguía en cabeza del desempleo nacional era por la falta de inversiones en infraestructuras por parte de Rajoy, si se producían recortes en sanidad, educación o dependencia no era por los presupuestos restrictivos de la Junta -pese a la evidencia: un gasto sanitario por habitante a la cola de España-, sino porque el sistema de financiación autonómica nos perjudicaba. (Por cierto, lo aprobó Zapatero).

Todo esto se ha derrumbado. Desde la malhadada -para Susana- investidura de Pedro este discurso ya no cuela. A quien habrá que pedir cuentas por la financiación de la autonomía y la deficiente conexión ferroviaria no es a Mariano Rajoy, sino a Pedro Sánchez. La queja, la indignación y la protesta no pueden ir ya hacia el PP, sino hacia el PSOE. Sánchez, encima, para granjearse el voto de los chantajistas vascos, tiene que gobernar con los presupuestos de Rajoy, unánimemente calificados de antisociales y regresivos por los socialistas, Susana incluida.

Ante la obviedad de que ya no se le puede echar la culpa de todo a Madrid porque desde hace una semana larga Madrid es también Sevilla, las dos tienen el mismo color, la Junta en pleno se ha lanzado a vender otra burra: la ministra de Hacienda, el ministro de Agricultura y el ministro de Cultura, como andaluces, serán especialmente sensibles a los intereses de Andalucía. Ya aviso: son ministros de España. Velarán por el interés de España o serán pésimos ministros.

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