La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Raza, clase, nación

No puedo comprender el nacionalismo que da una dimensión excluyente al amor por lo propio

Hay tres cosas que me resultan incomprensibles en sus razones y fundamentos: el racismo, el clasismo y el nacionalismo. ¿Cómo es posible que alguien se considere superior a otro por ser de una raza distinta, a la que se considera inferior, tener más bienes o pertenecer a una determinada clase social (y ojo, que en esto hay un clasismo de arriba abajo que desprecia a quienes considera inferiores y otro de abajo arriba que hace lo mismo con quienes tienen o saben más que ellos: recuerden la estúpida arremetida de Podemos contra Amancio Ortega)? Nunca he sido capaz de comprenderlo en la cuarta acepción que de la palabra: encontrar justificados o naturales los actos o sentimientos de otro.

Lo mismo me sucede con el nacionalismo. Puedo comprender, porque lo siento, el apego no excluyente a la tierra propia, al paisaje familiar, al entorno que alberga los recuerdos, a la lengua y la cultura en la que se ha sido educado. Pero ya esto último admite en muchos casos el plural. Se pueden amar como propias -no solo conocer- varias lenguas y culturas. No es incompatible el apego a mi tierra -tan bellamente expresado en el "allí donde nací una vez moriré siempre" de Montesinos- con el amor a otras, el sentirme en casa donde nací o vivo y también allí donde he contraído deudas de amor. Es tan cierto que cuando regreso del extranjero a España tengo una sensación de vuelta a casa que se acentúa cuando llego a los campos de olivos de Andalucía y aún más cuando desde el tren veo la lejana silueta de la Giralda, como que en Londres siento la emoción de estar en una ciudad que soñé muchos años antes de ir a ella leyendo a Dickens, James Matthew Barrie, Stevenson, Conrad o Conan Doyle. La encontré, y encuentro, tal como la soñé, como algo propio, mío. Helene Hanff lo expresó maravillosamente en su libro epistolar 84 Charing Cross Road (si no lo han leído, háganlo): "Años atrás un joven me dijo que las personas que viajaban a Inglaterra encontraban exactamente lo que buscaban. Yo le dije que buscaría la Inglaterra de la literatura, y él asintió y me dijo: está allí". Es cierto.

Así que me resulta imposible comprender a los nacionalistas catalanes y vascos que dan una dimensión política y excluyente al natural amor por lo propio que en ningún caso plantea conflictos con su pertenencia, conformadora de su cultura, (no solo pero sí sobre todo) a España y Europa.

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