La ciudad y los días

Carlos Colón

Realidades obstinadas

ES previsible que hoy se bata el récord televisivo establecido el domingo por el España-Italia: una audiencia media de 11,5 millones de espectadores que en la prórroga alcanzó los 14.131.000, en los penaltis ascendió a los 15.372.000 y cuando Fábregas tiró el penalti de la victoria llegó a los 15.922.000: la mayor audiencia de la historia de la televisión en España, superando el récord de 14.380.000 espectadores establecido por la participación de Rosa en Eurovisión. Si hay algo evidente en la historia de la cultura popular es que la voluntad del público se impone como una fuerza que ningún poder puede controlar. La universalización de una educación de calidad puede alzar el nivel del consumo masivo o su deterioro puede encanallarlo, como sucede hoy; pero nada puede controlarlo. Es posible alterar el curso de los ríos o ganar tierras al mar, pero no torcer el deseo de ver del público.

Los regeneracionistas del 98 se equivocaron al creer que toros, romerías o procesiones serían erradicadas por la modernidad. Al contrario: la modernidad -prensa, disco, radio, cine- multiplicó su popularidad. Los historiadores se volvieron a equivocar al abrir una brecha entre la República y el franquismo, achacando el auge la copla y el cine folclórico al segundo. Al contrario: fue bajo la República cuando la copla y el cine folclórico iniciaron su edad de oro, por la simple razón de que fue en los años treinta cuando la coincidencia entre el disco, la radio y el cine sonoro lo hizo posible. Cuando estalló la guerra, Concha Piquer, Estrellita Castro o Imperio Argentina eran grandes estrellas; y nada en el gusto del público cambió del estreno de Morena Clara en 1936, cumbre de Imperio Argentina, al de La Blanca Paloma en 1941, inicio del reinado de doña Juana, pese a que entre una y otra, Guerra Civil de por medio, se hubiera pasado de la República al franquismo.

Y la izquierda se volvió a equivocar en los años sesenta y setenta al vincular el auge televisivo de los toros y el fútbol a estrategias de distracción franquistas. Más de dos siglos después de que se acuñara lo del "pan y toros" en un panfleto anónimo de 1793 ("Haya pan y haya toros, y más que no haya otra cosa. Gobierno ilustrado: pan y toros pide el pueblo"), José Tomás levanta pasiones. Cuarenta años después de que se dijera que el Régimen utilizaba la retransmisión de partidos de fútbol como opio del pueblo, en la plenitud democrática de la España del siglo XXI y a través de una cadena con marca de origen progresista, 16 millones de españoles siguieron el España-Italia. Y probablemente esta noche se supere este récord.

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