Rebajas de enero

No parece que Europa nos permita disgregarnos en ocho naciones, como dice el señor Iceta

Los hados se conjuran irremisiblemente, cual si se de un nuevo Mr. Scrooge se tratara, para que don Pedro Sánchez vuelva a sufrir la pesadilla de la interinidad, la abrupta humillación del suplente, cuando ya se prometía el turrón y el cava, las peladillas y el rosco, cabe la chimenea monclovita, viendo caer la nieve lejana mientras los corzos saltan y no entre lo blanco y lo blanco. Y todo por culpa, como sabemos, de las indecisiones y cautelas de Esquerra republicana, que por el lado repúblico no acaba de ver claras las intenciones de don Pedro Sánchez, y por el lado de la esquerra quizá tampoco. Donde hay claridad, en exceso meridiana, es el la cuestión regional. Y es ahí donde el señor Rufián, devenido grave y ponderado negociador (qué poca cosa es España, a la verdad), no se atreve a lanzarse en brazos del beau Sánchez. Y con él, el resto de su turbulenta grey secesionista.

No deja de ser irónico que un partido cuyos dirigentes se hallan en prisión, se muestren reacios a tratar con los representantes, algo apocados y ruborosos y pusilánimes de una democracia europea. Es como si Jack the Ripper le retirara el saludo a un confitero. Desde luego, todo lo que le ocurra al PSOE de Sánchez, en ese particular, se lo tiene muy merecido (el PSOE y Sánchez, no el resto de los españoles). Y queda claro, por otra parte, que se debe a una argucia negociadora de ERC esto de estirar la soga con que se ahorca don Pedro, para que, ya en enero, se produzcan, al fin, las rebajas. Unas rebajas, claro, que tal vez afecten a los beneficios penitenciarios de algún reo de sedición, y que quizá conciernan a algún desvío presupuestario camino de la plaza de San Jaime. Todo es cuestión de hablarlo (en catalán, como acaba de recordarnos don Jordi Pujol); pero sobre todo, de hablarlo en ese esperanto dúctil e inmisericorde que es el dinero.

No sabemos cuánto de nuestros recursos, cuánta de nuestra legislación, está dispuesto a poner en almoneda el señor Sánchez para disfrutar de la tenue brisa monclovita. Incluso el señor Iglesias se muestra algo remiso últimamente, quizá por el aspecto de fiesta malograda que ofrece la situación. No parece, por otro lado, que Europa nos permita disgregarnos en ocho naciones, como dice el señor Iceta. Y tampoco parece que Esquerra vaya a obtener mucho rédito de este cambalache mortecino. ¿Qué nos traerán, señor San Klaus, los altos violines de diciembre? ¿Y quién pagará, en cómodos plazos, las rebajas de enero?

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