HEMOS comenzado el año constatando que lo único que no se para es el paro. Los parados en España ya son legión, el año próximo estará famélica y, si nadie lo remedia, se pondrán en pie y no para cantar La Marsellesa. La escalofriante cifra que refleja el número de parados en nuestro país puede llevarnos a una preocupante situación social. Nuestro presidente intenta infundirnos ánimos y ha acercado temerariamente la fecha de la recuperación al mes de marzo próximo. Corto, muy corto me lo fiais don José Luis. Es difícil que alguien se lo crea. Si supiese que la salud de la economía se fragua en las cocinas de las empresas, y que los fogones de las citadas cocinas se alimentan con el gas que les llega de la banca, y se acercase a echar un vistazo a las despensas empresariales, tendría constancia de que la economía española no puede mejorar de salud en tan corto espacio de tiempo. Por otra parte, su optimismo está basado en la confianza de que las medidas adoptadas por el Gobierno van a funcionar de inmediato. Se conoce que desconoce, total y absolutamente, cómo funcionan los mecanismos administrativos que hacen andar la maquinaria del país que preside. La Administración española es la única araña del mundo que se queda atrapada en su propia tela. Además de negra es inútil. La maraña de leyes, decretos, reglamentos y normas que tenemos, unidas a una abúlica y omisa burocracia, es la total garantía para que el presidente quede por embustero. Ya puede liberar euros para obras públicas a sus ministerios, a las autonomías o a los ayuntamientos. Para que esas ayudas lleguen a las empresas y familias españolas tendrán que superar, como en una carrera de obstáculos, leyes, reglamentos y normas estatales y autonómicas, ordenanzas municipales, planes, planeamientos, estudios, informes e intereses políticos de los distintos partidos que gobiernan los corralitos del país.

La lamentable situación a la que se ha llegado en el fatídico y pasado año 2008, independientemente de las negativas vicisitudes de las economías internacionales y, especialmente, la americana y la de la eurozona, viene dada, entre otras deficiencias estructurales, por la inamovible y anquilosada administración, raptada por burócratas, que blandiendo normas y reglamentos ejercen su particular poder para hacer notar y establecer, como el orín del can, cuál es su territorio y quién manda en él; dejando claro que la política es una cosa y el poder real es otra y llegando, cual tiranos medievales, a decidir quién trabaja y quién no en su peculiar república de papel cumplimentado. Sólo una norma que normalice la administración y ponga orden legislativo, que sea ágil y efectiva, simplificando la burocracia, podría aliviar la situación en tiempo más cercano. Me alegraría sobremanera que nuestro presidente no se equivocase en sus predicciones. Para nada me gustaría que tuviésemos que decir aquello de que estamos en crisis cuando los demás pierden su empleo, en recesión cuando lo pierdo yo y en recuperación cuando lo pierda Zapatero.

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