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José Asenjo / Jasenjo@malagahoy.es

Religión y democracia

LA aparición de los obispos en la campaña electoral, además de suponer una bendición para Zapatero, debería aprovecharse para plantear un debate de gran interés. La presencia de lo religioso en la esfera pública es una vieja cuestión que hoy, en Europa y el mundo, vuelve a emerger, como prueba el interés que está suscitando en la intelectualidad europea.

El fundamento constitucional del Estado es el fruto de una razón humana común. Dicho en palabras de Savater: "lo que vertebra la vida social es algo revocable, en lugar de fundamentos religiosos que son inalterables". Y añade "La sociedad democrática no puede ser teocéntrica, porque son términos incompatibles". De ahí la dificultad de armonizar las posiciones de los obispos en el debate público: ya que en lugar de contrastar sus ideas morales con las de los demás, se consideran poseedores de una verdad irrebatible y se entregan a la misión de imponerla al conjunto de la sociedad. La jerarquía católica cree hablar en nombre de una ética superior y privilegiada que está directamente inspirada por Dios. Para Paolo Flores D`Arcais esa afirmación de superioridad moral resulta tan poco compatible con la democracia, como la superioridad basada en motivaciones raciales, sexuales, de clase, etc. por ser radicalmente opuesta al igualitarismo cívico en el que se fundamenta al Estado de derecho.

Por otra parte, la libertad religiosa es a su vez un principio democrático irrenunciable. Según Habermars, es necesario seguir los principios de la democracia liberal, en su más exigente versión republicana (a saber, neutralidad del Estado ante las creencias, unida a la deliberación mediante argumentos racionales) y a la vez reconocer como legítimas las razones religiosas en cuanto tales, considerándolas imprescindibles en el cuadro de la convivencia liberal. Y últimamente ha añadido una reflexión que ha motivado una fuerte polémica: para que el ciudadano creyente no se sienta discriminado respecto a las demás visiones del mundo, el no creyente debe aceptar que aquél se exprese en términos comprensivos de su experiencia de la fe. Esta consideración del padre del "patriotismo constitucional", se comparta o no, pone de manifiesto la complejidad del debate. Sería interesante conocer su opinión acerca de la controvertida actitud de la Iglesia en nuestro país, donde a pesar de gozar por razones históricas de una posición privilegiada, se resiste a ser un actor más en el debate democrático y a aceptar que las leyes sean el fruto de la concurrencia de diferentes visiones morales, inspiradas en los valores constitucionales. En lugar de aceptar es posición, los obispos exigen, no sólo dictaminar acerca de la moral privada de los católicos, sino además recuperar su histórica posición central en lo relativo a la moral pública. De ese modo, dan la razón a Savater cuando afirma: "Sólo cuando la religión deja de ser el centro de la vida social es posible la sociedad democrática".

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