DIFÍCILMENTE podrá encontrarse un partido político y un gobierno con tanta preocupación por la suerte y el futuro de su oponente político como el que parece sentir el PP con respecto a su adversario, el PSOE. No hay día ni ocasión en el que algún representante del gabinete o del formación que lo apoya no manifieste las negras perspectivas que le aguardan al primer partido de la oposición de seguir en esa deriva radical y extremista que está manifestando con sus recientes alianzas. Esta sobreactuación, que raya en lo ridículo, lo que expresa es la alarma que les produce observar como, de la mano de los malos resultados electorales y de los pactos posteriores, el PP ha perdido gran parte de su poder institucional territorial. Porque, por mucho que quieran dramatizar, los pactos entre las fuerzas políticas de izquierda, sean moderadas o radicales, son y han sido práctica habitual en cualquier país democrático, incluido éste, lo mismo que es perfectamente explicable la unión de partidos de derecha sean centrados o extremos. No debería haber, pues, ni críticas ni falsas preocupaciones, sino la admisión de una práctica democrática lógica y razonable que se produce con frecuencia y en cualquier territorio.

Lo que parece existir es una dificultad en comprender el funcionamiento de la democracia parlamentaria, que es la que establece nuestra Constitución y, por tanto, tampoco tiene ningún sentido que ahora se reclame el respeto a la lista más votada como si éste fuera un principio democrático incontrovertible. Y no lo es. Lo cierto es que en nuestro sistema, la representación política de los ciudadanos está expresada en el pleno del Ayuntamiento o en el Parlamento de la comunidad autónoma. Y es éste, en ausencia de mayorías absolutas, el que tiene que decidir el gobierno de la institución. Esto es lo más democrático y lo más respetuoso con la voluntad popular, y el respeto a la lista más votada no deja de ser un subterfugio para imponer una solución que no es la que mejor refleja la decisión política de los ciudadanos. A falta de segunda vuelta, y sobre ésta también cabría poner no pocas objeciones, los acuerdos entre las formaciones políticas es, con mucho, la forma más democrática de resolver la cuestión. Y además no parece lógico que la petición de respeto a la lista más votada o la crítica a los pactos entre los partidos provenga, precisamente, del partido que con su voto negativo ha mantenido sin gobierno durante 80 días a Andalucía por no permitir que lo hiciera, precisamente, la lista más votada.

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