Los cambios políticos en Andalucía van a ser de digestión lenta. Hemos estado tantos años acostumbrados a una dinámica de mayorías y minorías inamovibles y cada formación había interiorizado tanto su papel que han llegado a confundirlo con su propia identidad y a todos les costará un gran esfuerzo asumir su nuevo trabajo. El PP interiorizó en tal medida su función de eterna oposición que toda su práctica ha sido la de especializarse en la denuncia permanente y en la protesta constante sin preocuparse de que lo que reivindicaba estuviera dentro de lo posible o no. Hasta tal punto aceptó ese papel que su propio discurso municipal, en el que evidentemente sí ha tenido responsabilidad, se convirtió en una constante reivindicación ante el gobierno autonómico, culpándolo de todas las limitaciones, errores o fracasos de su propia gestión municipal. No ha habido alcalde popular que se precie que no haya aprendido que en cualquier intervención tenía que dedicar una gran parte de su discurso a señalar a la Junta como la causa de todos los males de sus ciudadanos. Ahora les va a ser difícil prescindir de esa muletilla tan cómoda y socorrida de la que tanto abusaron y verán cómo más del 50% de su propio discurso desaparece y cómo su triunfo electoral los deja desnudos ante sus propias responsabilidades de gestión. Y a las puertas de unas elecciones municipales.
Pero donde el resultado electoral producirá grandes cambios será sin duda en el partido socialista. Impactados todavía por el resultado electoral, se empiezan a analizar los efectos. Y no va a ser fácil. Inevitablemente un partido que ha gobernado durante tanto tiempo de forma continuada ha hecho de las instituciones una parte esencial, cuando no única, de su propio trabajo político. El partido se ha ido diluyendo en las instituciones y su actividad ha estado supeditada, oscurecida y casi desaparecida por la fuerza y el poder de la propia responsabilidad institucional. El Gobierno autonómico se ha ido convirtiendo en la seña de identidad la propia formación que sacrificó su actividad orgánica y su diferenciado papel volcándose exclusivamente en las instituciones. No sé si ha llegado el momento de lamentarlo, pero lo cierto es que a partir de ahora el PSOE se encuentra ante una situación nueva a la que no está habituado y que significará un rotundo cambio de modelo, de actividad y de comportamiento político. Esta resaca electoral pondrá a prueba la generosidad y la capacidad innovadora de dirigentes y militantes.
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