Postales desde el filo

Revolución

Si el feminismo ha avanzado mucho, el machismo ha retrocedido poco y, además, se está viniendo arriba

Haber nacido a mediados del pasado siglo me ha permitido, además de cumplir muchos años, presenciar los vertiginosos cambios que hemos vivido. Poco tiene que ver aquel mundo con el de hoy que es infinitamente mejor. Se podría decir que formo parte de una generación que ha vivido tiempos especialmente interesantes. Y aunque no hayamos "visto rayos C brillar en las oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser", hemos presenciado cosas más apasionantes. Una de ellas es la revolución feminista que, mientras escribo estas líneas, celebran este 8 de marzo millones de mujeres por las calles de nuestro país. Se puede hablar sin retórica de hito histórico, del fin del viejo orden: la liberación de las mujeres, la mitad de la humanidad, de la condición de subalterna del varón a la que desde siempre se había visto sometida. Es bueno recordarlo, por lejos que estemos de la igualdad plena de hecho y de derecho. O de la necesidad de continuar la lucha para que los avances no sean reversibles. Ya que si el feminismo ha avanzado mucho, el machismo ha retrocedido poco y, además, últimamente se está viniendo arriba. Una de las cosas más inquietantes de la campaña que llevó a Trump a la presidencia USA es que, cuanto más exageraba el tono machista, homófobo o racista de sus discursos, más subía en las encuestas. Aunque tampoco hay que ir tan lejos. El joven líder del PP hablaba hace poco de la necesidad de explicar a las mujeres en qué consiste un embarazo: "Es bueno que sepan qué llevan dentro" afirmaba Casado con un paternalismo machista que evoca los años de plomo del nacional catolicismo. Así que las huelgas y las movilizaciones feministas del 8M están plenamente justificadas.

Desde la derecha se acusa al feminismo de estar politizado, además de patrimonializado por la izquierda. Pero es que el feminismo es política, además de ser parte de la lucha por la igualdad que ha es patrimonio de la izquierda. Aunque no es menos cierto que, como en toda revolución, se cometen excesos y desviaciones. Algunos, como los de la corrección política o la tendencia a reconducir el feminismo al incierto territorio de la identidad, también criticables desde posiciones progresistas. Pero nada de eso reduce el valor del feminismo, una revolución que ha traído un enorme avance civilizatorio. Además de que sus excesos son peccata minuta en comparación con los que toda la vida de dios ha protagonizado el machismo.

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