¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Rivera y Primo

Más de uno se llevaría una sorpresa si se despojase de las orejeras para acercarse a la historia de España

La izquierda y los nacionalistas vuelven a hacer piña en una ofensiva verbal contra Ciudadanos y su líder, Albert Rivera, al que comparan con José Antonio Primo de Rivera, lo cual no hace más que resaltar la alarmante incultura histórica de algunos elementos de la clase política. Aparte de la guapura y la juventud (a José Antonio lo fusiló la República con apenas 33 años), las coincidencias ideológicas y biográficas entre el fundador de Falange y el de Ciudadanos son escasas o nulas, a no ser que consideremos la defensa de la igualdad entre los españoles y la cohesión nacional como un capital político que pertenece en exclusiva a estas dos figuras. Ya sabemos que a nuestra izquierda le gusta acudir con frecuencia al espacio-tiempo de la Guerra Civil para justificar su falta de ideas en el presente, pero no entendemos por qué considera un insulto comparar a alguien con un personaje histórico como José Antonio, quien, antes de encarar el paredón una fría madrugada de noviembre, dejó escrito en su testamento: "Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles". Más de uno se llevaría una sorpresa si se despojase de las orejeras ideológicas a la hora de acercase a la historia contemporánea de España.

Pero volvamos a nuestro tiempo y a nuestras responsabilidades, que es lo que algunos pretenden evitar con sus repetidas huidas al pasado. ¿De dónde viene ese frente popular contra Ciudadanos que unifica, aunque sólo sea de piquillo, a una izquierda que en su día fue incapaz de ponerse de acuerdo para frenar a Rajoy? Evidentemente, al imparable ascenso demoscópico de los naranjas. Ciudadanos ha sabido conectar con amplios sectores de la sociedad española que observan con hartazgo cómo el sistema autonómico ha derivado en una inmensa lonja o cómo nos hemos gastado millones de euros en lo que podríamos denominar "la construcción de la diferencia". No es el renacer del "nacionalismo españolista", como aseguran medrosos los que les suelen reír las gracias a los separatistas, sino , sencillamente, la reacción de un país que está muy cansado de buscar esencias patrias donde sólo hay folklore.

No compartimos el jacobinismo del que suele hacer gala Ciudadanos. España es un país con unas peculiaridades históricas que no siempre se adaptan bien a las luces parisinas. Pretender suprimir el Concierto vasco o la plena simetría territorial -algo que nunca ha existido- sólo nos puede llevar a la frustración colectiva, la misma que ahora sufren los indepes. Pero sí hay que valorar el esfuerzo de Ciudadanos por recordarnos que España es mucho más que la suma de los intereses de sus autonomías.

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