LAS elecciones primarias a que Zapatero ha conducido al PSOE las carga el diablo. Los grandes popes del socialismo, como Alfonso Guerra, abominan de ellas porque las saben una fuente de conflictos, rivalidades y derroche de energías. Pero, bueno, ahora son un dato real: las habrá después de las elecciones locales.

Tampoco le gustan a Rubalcaba, que es precisamente el aspirante mejor colocado para suceder a Zapatero. Siempre que ha participado en alguna elección interna trascendente ha acabado en el bando de los perdedores. Le pasó con Almunia, con Bono y con Trinidad Jiménez. Quizás creía que su ascensión a la vicepresidencia preludiaba que iba a ser el candidato indiscutido en 2012 y que ZP lo promovería sin asomo de duda. Llegó a comentar que no aceptaría competir en unas elecciones primarias y que antes de eso prefería irse a casa.

La voluntad de Zapatero ha frustrado la ambición del ministro del Interior de ser nombrado candidato por el comité federal, sin pasar por las urnas orgánicas que tantos disgustos le han dado y de una forma rápida que no deje sitio a la duda y la confrontación sobre su figura. Puesto que es de sobras conocida, desde septiembre, la decisión de Carme Chacón de presentarse a las primarias si ZP se retiraba, ¿cabe interpretar la convocatoria de éstas como una apuesta de ZP por la ministra de Defensa?

Hay motivos para sustentar esta opinión. Chacón fue una de las primeras valedoras de Zapatero en aquel invento de la Nueva Vía que le llevó al poder en el PSOE, su amistad viene de lejos, su concepción gestual y telegénica de la política es muy parecida y reúne tres características que valora mucho el actual presidente: es mujer, joven y catalana. Tres nutrientes básicos de la papilla ideológica del zapaterismo.

También hay razones para negar esa predilección. Al fin y al cabo, fue a Rubalcaba a quien Zapatero elevó a la vicepresidencia y portavocía global del Gobierno, su único nexo de unión con la tradición más exitosa del PSOE, el miembro del Gobierno mejor valorado por los ciudadanos y quien ha pilotado la labor sectorial más positiva de su segundo mandato (la lucha antiterrorista). Según cuentan los que saben, ZP no se va a volcar a favor de ninguno de ellos. Probablemente acabe participando activamente, y haciéndola triunfar, en la operación que varios influyentes barones socialistas preparan: convencer a Chacón de que no plante cara a Rubalcaba, le apoye para protagonizar la que se espera dulce derrota de 2012 y, a cambio, logre todo el respaldo para su propia candidatura en 2016.

Aún se plantea un problema previo: ganen Rubalcaba o Chacón las primarias, si las hay, exigirán también el control del partido. Eso aboca a un congreso federal extraordinario, tal vez en otoño.

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