Ruidos y nueces

En el fondo, nadie parece poner en duda la propuesta de que la desescalada tenga que ser gradual y asimétrica

Como era de esperar, la cuarentena no obró el milagro. No era previsible que tan pronto como se entreabriera la puerta del confinamiento y se anunciaran las primeras decisiones para intentar volver a la normalidad, el tormentoso clima político amainara y dejara paso a otro ambiente más calmado. Todo lo contrario. Tan pronto como se supo el momento en que se iba a hacer el anuncio de estas medidas, los mejores fusileros de la derecha mediática y política se apostaron en sus privilegiados puestos para no dejar escapar ningún movimiento mal hecho, ninguna palabra mal pronunciada ni ninguna duda no aclarada. Editoriales encendidos, artículos envenenados, declaraciones alarmantes y portadas dantescas, todo parecía estar preparado para no dar respiro ni tregua a las medidas anunciadas.

Pero si se rebusca por debajo de la hojarasca del ruido mediático, si se analizan las críticas, se verá que no son tantas ni de tan gran calado como para justificar este despliegue descalificatorio. Es mucho más el ruido que las nueces. En el fondo, nadie parece poner en duda la propuesta de que la desescalada tenga que ser gradual, asimétrica y marcada por criterios epidemiológicos y sanitarios, que es el núcleo central de la propuesta. A partir de ahí es evidente que pueden surgir discrepancias sobre los criterios territoriales o sobre la determinación de actividades permitidas en cada fase. Es normal que existan críticas sobre las dudas sin resolver o sobre los efectos previstos en cada momento, o que se manifiesten dificultades en la rentabilidad de los negocios con las exigencias propuestas. Todo esto cabe dentro de la más racional y lógica de las discrepancias. E incluso es normal pedir al ejecutivo que aclare y rectifique decisiones. Pero todo esto no tiene relación con las desaforadas críticas y ataques que el ejecutivo está recibiendo. Se diría que por parte de la oposición política y mediática se pretende que, conseguido un altísimo nivel de crispación y enfrentamiento político, el reto es no rebajarlo ni un ápice, sino aumentarlo hasta donde sea posible. Esta sobreactuación crítica responde a la deliberada estrategia de aprovechar los jirones que está dejando esta pandemia para deteriorar y desgastar al actual gobierno, hasta tal punto que llegue tan debilitado al final de esta tragedia que le sea imposible levantar el vuelo. Otra cosa será que si se llegara a ese punto volveríamos a adentrarnos en una nueva fase de inestabilidad política. Pero eso para algunos debe ser secundario.

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