Rusia, sin razón y sin piedad

En 2013 comenzó a gestarse la guerra, cuyo padre puntatuvo es ruso, criado en las tetas del más asesino e inhumano comunismo

Es un gigante el que está pateando, impune y a la vista de todos, a un chaval. Nadie se atreve a acercarse a intermediar con autoridad y capacidad suficiente, si no es, solamente, para ofrecer un garrote para que el pequeño, como pueda -si es que puede y sabe- se defienda solo ante las envestidas brutales, casi descomunales del gigante que ataca, porque le apetece ocupar -y no hay otra razón a invocar- el espacio que el pequeño habita. Eso es. Mientras tanto, los demás, ante tan terrible espectáculo, nos rasgamos -con gran furor, tristeza e impotencia- las vestiduras y los golpes se suceden por instantes, cada vez de mayor tamaño y fuerza, poco menos que a la espera de que el bruto acabe de destrozar al más débil contrincante y -en todo caso- recoger su maltrecho cuerpo y lo que quede de su propia conciencia y dignidad, desposeído de todo, casi también de la vida y acogerlo, tranquilizando nuestra conciencia -¿neutral?- mientras le administramos inocentes bálsamos y cataplasmas y le ofrecemos -eso sí- al menos un refugio de las iras del gigante, habilidoso él, por cierto, en las artes marciales e inmorales y de suyo con un marcado carácter belicoso que lo transfigura en un valentón tabernario, maloliente a vómito y a indecente borrachera de vodka barato, al margen de cualquier ley y cualquier razón que se atreva a oponerse a su irracional e injusta apetencia.

Así ha venido a suceder al final, desde que en 2013 comenzó a gestarse el diabólico fantasma de la guerra de hoy, cuyo padre putativo es ruso, criado en las tetas infectas de los soviets y del más despreciable, asesino e inhumano comunismo. Y que, en apenas nueve años, ha resucitado al esperpento de la 'Guerra fría', convirtiéndola en esta otra que achicharra hasta la muerte.

La guerra, el fuego, la ausencia y la muerte asolan hoy tierras de Europa en sus confines. Ucrania se desangra, fuera de su casa geográfica natural, impelida por las armas de una Rusia intransigente, embustera, bárbara, atroz y sanguinaria, gobernada por un ser ausente de respeto por la vida y vacío de piedad ante la dignidad del semejante, en su atropello caprichoso, un ser lleno de sadismo y fría crueldad que sabe bien moverse en el tablero del exterminio, de la aniquilación calculada, verbos que conjuga desde siempre. Y más aún, frente a un adversario débil y casi, casi solo.

Putin -Vladimir- alineado en la historia del mundo -que no del ser humano, porque no es verosímil ni aceptable que lo sea, que lo sean- por propia voluntad y fascinación, junto a Iosif Stalin o Adolf Hitler -entre otros- es un claro caso, de entre esas criaturas de Satanás, a las que, muy seguramente, no habría sido ni injusto ni inmoral haber aplicado, a tiempo, la ley del aborto. ¿O no?

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