Se suponía que a Madrid se iba a pedir. A Madrid y a Sevilla, que es donde se encuentra el dinero que le falta a las demás ciudades andaluzas. Porque todos sabemos que Sevilla tiene ojeriza a Málaga y en Madrid nunca llueve a gusto de todos. Se suponía, porque después de la visita que realizó nuestro alcalde al flamante nuevo ministro de Fomento el pasado miércoles, a Madrid se va dar.

Llevar el ferrocarril a Marbella es una necesidad objetiva de la única ciudad de más de cien mil habitantes de España que carece de él. Su conexión con el aeropuerto de Málaga la afianza como destino turístico de referencia y al aeropuerto como el gran aeropuerto de sur de Europa; con las posibilidades de generación empleo y sinergias entre las dos ciudades que ambas iniciativas arrastran. Un abanico de necesidades y oportunidades que ha propiciado un sinfín de estudios que sucesivamente concluyeron en la dificultad de abordar esta infraestructura. Independientemente de que se opte por las opciones más económicas, aunque lentas, o por las más eficientes y costosas. La novedad radica ahora en quién se ha ofrecido a pagar el enésimo análisis que concluirá en lo mismo que todos los anteriores, y con el único matiz de que, cada boom inmobiliario que pasa, resulta más necesaria la obra y difícil encontrarle sitio. Después de que el Gobierno explicara el pasado noviembre mediante varias respuestas parlamentarias que el Ministerio está realizando un estudio informativo y se avanza en el estudio "definitivo" que permitirá encargar el proyecto en 2018, ahora resulta que la ciudad de Málaga asumirá la elaboración de otro nuevo para volver al antiguo trazado que descartó la crisis en la que aún estamos.

El principio de subsidiaridad es uno de los pilares sobre los que se construye la Unión Europea y establece que un asunto debe ser resuelto por la autoridad más próxima al objeto del problema. Resulta difícil entender que una administración local se embarque en el estudio de dos proyectos de interés autonómico, cuando no nacional, como el del mencionado corredor ferroviario y una nueva autopista de peaje entre Chilches y Fuenguirola, al mismo tiempo que se obvia una solución para mejorar el acceso al PTA. Pero el ministro de Fomento fue cocinero antes que fraile: durante sus nueve años como alcalde de Santander, aprendió que a Madrid siempre irán a pedirle.

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