¿Saben algo de lo nuestro?

Parece haber llegado a su fin la comodidad de la alternancia bipartidista y ahora son muchas las moscas llegadas al pastel

Anda la granja revuelta ante los movimientos que se avecinan. Parece haber llegado a su fin la comodidad de la alternancia bipartidista y ahora son muchas las moscas llegadas al pastel. Se nota nerviosismo en el pelotón buscando posiciones ventajosas e intentando seguir la rueda más ventajosa ante la proximidad de la subida al puerto de montaña. No todos acertarán, pero el que vaya en la escapada buena tendrá resuelto su futuro durante un tiempo.

Unos no saben cómo parar la cascada de casos de corrupción que le van surgiendo por toda la geografía nacional y, por si fuera poco, tienen que gobernar en minoría, lo que quiere decir que son francamente vulnerables a la hora de pactar y buscar socios para seguir en el gobierno. Las divisiones internas en comunidades tan importantes como Madrid y Andalucía les avisan, por si no se habían enterado, de que el enemigo también está en casa.

Los otrora socios alternantes, andan a la gresca. Ya no hay suficiente mesa para tantos comensales y llega el momento de la carroña. Resulta patético ver a algunos defenestrados intentando buscar acomodo en lugares que no son los naturales suyos, pero con las cosas del comer no se juega. Los de la bisagra calladitos, esperando su turno, sin definirse, que uno es preso de sus palabras. La emergencia feliz. Son como los equipos de fútbol de juego marrullero. Su medio natural es ese: la desestabilización, la jerga callejera. Y los nacionalismos a lo suyo: a sacar tajada de su mínima representatividad en un estado en el que no creen.

¿Y de lo nuestro qué? Serán muchos los españoles que preguntarían a los encargados de representarles aquello tópico de ¿saben algo de lo mío? El curso acaba y nadie habla de los problemas reales de la educación. La sanidad pública se deteriora a pasos agigantados y no se toman soluciones. Ciudades sin comunicación ferroviaria, tarifas de AVE, de internet y eléctricas mucho más caras que en los países de nuestro entorno. Chantajes secesionistas que traen en jaque la integridad del país, impuesto de sucesiones injustamente desigual dentro del mismo estado, jóvenes investigadores condenados a emigrar, universidades que no figuran entre las mejor valoradas de Europa... Nada de esto aparece en el debate nacional. Por eso, una vez que los profesionales se acomoden y coloquen, habría que preguntarles: ¿oiga, saben algo de lo nuestro?

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