Postales desde el filo

Sabiduría

Lo que define la democracia es el Estado de Derecho: que nadie, ni tampoco la mayoría, esté por encima de la Ley

Tras cada recuento electoral se suele hablar de la sabiduría de los electores. No digo que no, pero la regla de la mayoría, como elemento constituyente de la democracia, no responde a la confianza en tal sapiencia, sino por ser la fórmula más racional, lógica y moral de resolver la ardua cuestión del poder en un sistema político. De hecho, las pruebas en los últimos años de que la mayoría también se equivoca son abrumadoras: tomando decisiones que pueden resultar muy perjudiciales para sus países, como en el caso del Brexit, o eligiendo con todas las garantías democráticas a políticos descaradamente anti demócratas. En las elecciones brasileñas, como antes en las estadounidenses, ha triunfado una mezcla de males: xenofóbia, violencia, machismo, homofobia, etc. junto a las propuestas más reaccionarias, en cuestiones morales o religiosas, de la agenda ultraconservadora. Todos esos exabruptos políticos sumados han constituido, en ambos casos, una oferta electoral imbatible. ¿Invalida tal cosa la democracia? En absoluto, simplemente demuestra, como en toda obra humana, su imperfección. Por eso, más allá de las elecciones, lo que verdaderamente define la democracia es el Estado de Derecho: que nadie, ni tampoco la mayoría, esté por encima de la Ley. En las elecciones legislativas estadounidenses del pasado martes, convertidas por Trump en un plebiscito sobre su persona, la figura del presidente apenas si ha sufrido desgaste a pesar de su errático arbitrario y en ocasiones aberrante comportamiento. Pero el triunfo demócrata en el Cámara de Representantes devuelve un mayor equilibrio al sistema y es además una prueba de su fortaleza.

No creo que estemos ante el ocaso de las democracias. Como buen pinkeriano, creo que vivimos un periodo de crisis de adaptación de las democracias, que responden a una lógica nacional, a la nueva realidad social y económica de naturaleza global. Los efectos de la globalización han sido extraordinarios. Cientos de millones de personas han salido de la pobreza en los países emergentes. Pero, junto a esos pobres, también han sido ganadores los muy ricos. Mientras que los que se consideran perdedores constituyen una parte importante del electorado de los países ricos. Ese malestar alimenta las fuerzas que amenazan nuestras democracias. Resolver el problema de las crecientes desigualdades no es sólo es un problema de la izquierda, lo es también de todos los demócratas.

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