Sacramento

No sale a la calle por miedo al coronavirus. Se ha prohibido enfermar. Hace mucha falta en su casa

Sacramento no sabe en qué año nació, pero debe de andar allá por los ochenta y cinco u ochenta y seis. Su padre tardó en apuntarla en el registro, porque como era niña no tenía que hacer el servicio militar y daba un poco igual, según su propio relato. "Lo que sí sé es que cuando estalló la guerra yo ya correteaba por todas partes". Luego vinieron las bombas, y la posguerra, y la dura vida en el campo, donde trabajó desde los seis años. "Cogía aceitunas como los mayores, a mí nadie me ganaba a eso". Ayudó a criar a cinco hermanos y pronto emuló a su madre, creando su propia familia. Casada desde los dieciséis, le vivieron cinco de los nueve hijos que concibió. Enviudó a principios de los ochenta, muy joven, sin haber cumplido los cincuenta. "Ay, aquello fue como cuando en un barco falta el capitán". Pero la capitana era ella, aunque no lo supiera. Porque Sacramento tomó el timón, enderezó el rumbo, se hizo a la vida en la ciudad limpiando casas y puso en el mundo a todos los suyos. Nadie recuerda en qué momento comenzó a celebrar su cumpleaños haciéndolo coincidir con el de su esposo fallecido...

Hoy por hoy vive con su único hijo varón y con su hija Chiqui, que ha cumplido sesenta y que cobra la paga de orfandad y de discapacidad intelectual. Chiqui habla de sí misma en tercera persona y sigue recordando el mundo de hace décadas, como si lo de ahora no fuera con ella. "Que dice ésta que si hoy no ponen película de Manolo Escobar". Chiqui llora como una magdalena cada vez que escucha a Manolo. Desde hace meses, necesita pañal.

Sacramento se ha encorvado, le duele todo, la columna le pinza los nervios y por las tardes rompe en sollozos, sola, no quiere que la vean. El otro día me confesaba: "Mariló, por un momento me dolía tanto que quise morirme. Pero hija, luego pensé que no puede ser eso, que yo sigo haciendo mucha falta en esta casa. Me tengo que quedar más tiempo". Así que ahí continúa, gobernando el hogar en el que abriga a su hijo, ya jubilado y sin vida sentimental, y a su niña Chiqui. Sacramento no sale a la calle por miedo al coronavirus. Se ha prohibido enfermar. Hace mucha falta en su casa, insiste. Y yo creo que Sacramento es una de esas personas que merece que los gobernantes al frente de España dejen de mostrar incapacidad, ineficacia, mera intención personal... Sacramento es el ejemplo de millones y millones de personas que merecen algo mejor. Algo mucho mejor.

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