Crónica levantisca

juan manuel marqués perales

Sahara marroquí

El acuerdo entre Estados Unidos, Marruecos e Israel tiene la fuerza de un movimiento tectónico

Estados Unidos llevaba el agua, la fruta, el tabaco, y los mapas de todos aquellos marroquíes que se fueron a la Marcha Verde. Entre un Sáhara libre alineado con Argelia y, por tanto, con la URSS, y un Sahara de Marruecos, gobernado por Hassan II, otro guardián de Occidente, la Administración de Nixon optó por la anexión antes de que se celebrase un referéndum en el que habría ganado la tesis del Frente Polisario. Lo que ha rubricado Donald Trump esta semana cierra ese círculo de 45 años, al reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental. A cambio, Marruecos restablecerá relaciones plenas con Israel, y se une así al pequeño grupo (por ahora) de países árabes y musulmanes que reconocen al Estado hebreo a la espera de la incorporación de Arabia Saudí. Nadie creía ya en el nacimiento de un nuevo Estado en una zona tan caliente de África, y en España sólo la izquierda de IU y, ahora, de Podemos seguirán al lado del Frente Polisario. Aunque el pueblo saharaui siga contando con la simpatía de buena parte de la opinión pública, el Polisario ha perdido y se impone la realpolitik. Esto tiene la fuerza de un movimiento tectónico.

La última arribada de inmigrantes a las costas canarias ha sido, fundamentalmente, de marroquíes, lo que indica que el Gobierno del país vecino volvió a abrir el grifo después de los incidentes vividos en la frontera con Mauritania con el Frente Polisario. A los dirigentes marroquíes le inquietaban dos partidos, Vox y Podemos, por motivos diferentes. El primero, por su oposición a la inmigración, a las ayudas de España y la UE a Marruecos y por su xenofobia. El segundo, por su posición sobre el Sahara.

Susana Díaz inició su ruptura, premeditada, con Izquierda Unida cuando Diego Valderas, entonces vicepresidente, quería viajar a los campamentos de Tinduf. Y Pedro Sánchez ha tenido que dejar fuera de la agenda a Pablo Iglesias en la próxima cumbre por contentar a Marruecos, pero también para no estropear un viaje. Los medios de comunicación marroquíes son implacables con los dirigentes dubitativos sobre la marroquinidad del Sahara. Que se lo digan a José Antonio Griñán, que nada más poner el pie en Rabat, le asetearon a preguntas por el asunto. Tan concienciada estaba Susana Díaz con no cometer el mismo error que, en un lapsus, se congratuló del viaje que en esos días estaba realizando "por el Sahara". Se comprendió, y a las pocas horas fue recibida por Mohamed VI.

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