Crónica personal

Pilar Cernuda

Salir del hoyo

HAY que salir del hoyo. Como sea. Por las buenas o por las malas, con paciencia o por las bravas, pero hay que salir de ésta.

La incapacidad de Zapatero para abordar con eficacia la crisis económica nos ha llevado directamente a convertirnos en un país europeo que ha perdido su credibilidad y que recibe pésimas noticias todos los días, desde la bajada de la bolsa al incremento desaforado de las cifras de empleo; esa mala situación coincide ahora con una huida lógica de los inversores extranjeros, que buscan otros lugares que consideran más seguros, más serios, a la hora de abordar medidas para superar la situación económica.

Vivimos, sufrimos, los días más negros de los seis años del Gobierno de Zapatero, y algo hay que hacer para superarlo. Sólo hay una noticia mínimamente alentadora: Zapatero, al fin, ha dejado atrás su permanente sonrisa y el estado de beatitud que nos ha provocado tantos males; la gente de su entorno afirma que, también al fin, es consciente de que las cosas no están para tirar cohetes ni mucho menos, y regresa de Washington absolutamente decidido a impulsar iniciativas que permitan recuperar la confianza en España y apostar por su futuro.

Hacía décadas que no venían tan mal dadas, y ya no puede Zapatero culpar de todo a la crisis económica que sufre el mundo desde hace tres años: otros países están saliendo de ella porque la tomaron en serio y adoptaron las medidas a las que estaban obligados. En cambio Zapatero se negó primero a reconocer esa crisis -quizá no sólo por motivos electorales, sino que se dejó llevar por un optimismo funcional que genera irresponsabilidad e inconsciencia- y después se negó a tomar las medidas que aconsejaban todos los expertos en economía, incluidos lo que trabajan en Moncloa. Cuando ha querido reaccionar era demasiado tarde, y además se le han echado encima los sindicatos, lo que le ha provocado un desconcierto del que no acaba de recuperarse.

La vicepresidenta económica se va el lunes a Londres a intentar arreglar entuertos y tratar de que empresarios y políticos británicos cambien la opinión que tienen de la España actual. Esta muy molesta con Joaquín Almunia por sus declaraciones en las que equiparó a España con Grecia, pero el comisario europeo no hizo más que transmitir el sentir generalizado en la Comisión, donde conocen de memoria las cifras en las que se mueve la economía española y no dan crédito al hecho de que el Gobierno enviara un Programa de Estabilidad que retiraron cuatro horas más tarde al ver la reacción contraria de los sindicatos y sus amenazas de convocar manifestaciones. La Comisión se quedaría con los ojos aún más a cuadros si supiera que ni el presidente ni la vicepresidenta económica ni el secretario de Estado de Economía conocían ese documento.

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