Recuerdo el comentario de un responsable municipal sobre que la instalación deportiva de mayor éxito en Málaga eran las máquinas del paseo marítimo del Morlaco. Ignoro si esto es correcto, pero bien puede serlo. De hecho, si no lo es, será porque lo es el propio paseo. Correr a la orilla del mar, con la temperatura que aquí disfrutamos y por muy duro que sea el firme, es un lujo que pocas ciudades ofrecen, además de un deporte barato. Cuando trabajaba en el centro solía aprovechar algunos días para disfrutarlo de vuelta a casa. Otros, volvía en bici (municipal, que es con la que realmente se hace ejercicio) o simplemente andado. Pero siempre me llamó la atención el atasco que se forma en las horas punta.

El primer paso para descongestionarlo ha sido expulsar las bicicletas. Su traslado al carril 30 no está falto de cierto sentido si se entiende el problema como una mera cuestión de movilidad y se obvia su uso bucólico como herramienta de paseo. Aunque tampoco parece que haya sido suficiente. De hecho, el alcalde acaba de proponer sacar a los corredores a la playa. Lo que, en el fondo, y si se hace bien, no deja de ser una forma de ensancharlo ante la creciente demanda. Tan lógico como antiguo. Hace años también corríamos por la zona de playa que el paso de los vehículos de mantenimiento había compactado. Don Francisco también ha puesto de manifiesto el problema de su propuesta: la autorización de Costas; que en principio no permite que en las playas se haga gran cosa, aunque después autorice que se construyan pistas deportivas, juegos infantiles, casetas y chiringuitos. O la propia playa, que tenemos que recordar que la hicimos nosotros y que, ya puestos, le podríamos haber dotado una senda para correr o montar en bici desde el principio. Seguro del interés de la iniciativa, ha anunciado que aportará un levantamiento fotográfico realizado con drones con los que convencerá a la Delegación. A poco que consulte las mismas imágenes en Google Earth descubrirá el segundo y verdadero escollo: los chiringuitos. Su construcción al borde del paseo marítimo y su incansable capacidad de expandirse hasta el horizonte y más allá han generado puntos en los que ya resulta imposible correr longitudinalmente la playa sin practicar el salto de hamaca. En cualquier caso, la propuesta del alcalde tiene un notable interés y no solo por saber que concejalía se llevará el gato al agua.

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