Decía el clásico que por la boca muere el pez, lo que al cabo es evidente desde que a los primeros seres humanos les dio por organizarse en comunidades. En el ejercicio de la política, uno imagina el punto en el que el candidato se acerca a prometer de viva voz algo que sabe de antemano que no va a cumplir, subido en su púlpito y en el centro de todas las miradas, y cómo crece en él o en ella el coraje, el ímpetu, el rojo en las orejas hasta que finalmente el bulo sale, vamos a hacer esto, mientras que por dentro algo, inevitablemente, se rompe. Asistimos, en la campaña electoral que hace un año le valió a Moreno Bonilla no sólo el salvado de muebles del PP andaluz, sino hasta el trono de San Telmo, a un firme compromiso para recomponer, limpiar, actualizar y mejorar los servicios públicos. Pero lo cierto es que, en lo que ha sanidad se refiere, la situación no sólo no ha mejorado sino que inspira más preocupación. La situación en las Urgencias del Clínico es directamente caótica, y entonces uno se acuerda de sus mayores, o de las personas con riesgos más sensibles, o de la mala pata que puede llevarte a un accidente cuando menos te lo esperas, y la perspectiva de quedarte varado en un pasillo cincuenta horas cuando hay cerca de cuarenta camas con suficiente dotación material y humana cerradas a cal y canto es desde luego poco inspiradora. Por no hablar del incomprensible colapso del Regional, o del vergonzoso episodio del servicio de Oncología en el Materno, o de la atención primaria postergada a diez días o más en los centros de salud. Con todo el jaleo de gerentes quitados de un puesto por su presunta incapacidad para luego ser recolocados en otro de responsabilidad aún mayor, la impresión es que el principal problema no es tanto presupuestario como de competencia y conocimiento del sector. Porque no bastaba con echar a Susana Díaz de la Presidencia de la Junta para recibir la llave maestra de la gestión pública por ciencia infusa: o el PP andaluz y sus socios mintieron entonces o se están quedando con el personal ahora. La parsimonia con la que intentan poner parches no tranquiliza mucho, que digamos.

Lo que de ningún modo se merece la sociedad malagueña es que la única solución para el colapso pase para la Junta por el tercer hospital, cuando ha quedado demostrado que ni el mismo Gobierno andaluz sabe a quién poner al frente de semejante mochuelo. Ni al paciente que aguarda una atención urgente en una eterna sala de espera (eso con suerte) ni al personal sanitario desbordado que no da abasto para proveer esa atención le sirven de nada hacerse ilusiones con la idea de que sabrá Dios dentro de cuántos años habrá otro hospital con más camas y más médicos y enfermeros. Porque lo verdaderamente terrible es la nula respuesta, el cruce de brazos, el mirar para otro lado, lo que vendría a ser hacerse un Ortega Smith, con el que la Junta se dirige a quienes sufren personalmente el problema. Otra cosa es que el verdadero objetivo de todo esto fuese brindárselo calentito a los seguros y la sanidad privada, que difícilmente podrían haber obtenido una campaña publicitaria más eficaz. Virgencita, Virgencita.

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