La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sánchez en 'Cine de barrio'

Sus asesores han hecho un retrato de Sánchez tan revelador como el que Velázquez hizo de Inocencio X

Se quedó corta Leire Pajín cuando dijo aquello de "les sugiero que estén atentos al próximo acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta: la coincidencia en breve de dos presidencias progresistas a ambos lados del Atlántico, la presidencia de Obama en EEUU y Zapatero presidiendo la UE". Once años después se ha producido otro acontecimiento planetario e histórico de mayor relevancia: la coincidencia de dos presidencias bufonescas y paródicas a ambos lados del Atlántico: Trump en EEUU y Sánchez (con Iglesias de vicepresidente) en España; Trump llegando en helicóptero con fondo de música de épica barata a la Casa Blanca y Sánchez compareciendo en un plató convertido en el de Cine de barrio -pianista incluido- con sus cortesanos asomados a las ventanitas de dos grandes pantallas.

Dos presidencias de cine en un sentido negativo que nada tiene que ver con aquel "¡esto es de cine!". Cine cutre es lo de estas criaturas. ¡Y con pretensiones! Trump, de épica. Sánchez, de finura. El problema de los americanos y del mundo en el primer caso, y de España en el segundo, es que la épica del vídeo de Trump llegando a la Casa Blanca no llega ni a los niveles de Steven Segal o Gerald Butler, y que la finura de Sánchez queda muy por debajo de las presentaciones que hacía José Manuel Parada en Cine de barrio acompañado al piano por Pablo Sebastian.

Lo dramático es que las películas cutres de épica presidencial, desde Independence Day a Objetivo: la Casa Blanca, son ficción y lo de Trump, realidad; y que las extravagantes presentaciones de Parada y el pianista Sebastian eran espectáculo televisivo mientras que lo de Sánchez no es la presentación de una película de Paco Martínez Soria, sino la comparecencia del presidente del Gobierno en el peor momento de crisis sanitaria, económica y social que España, Europa y el mundo hayan vivido desde la epidemia de 1918 y el de 1929.

La frivolidad, narcisismo, superficialidad y egotismo de Sánchez -al igual que su cursilería de dedo chico disparado al coger una taza- han quedado una vez más de manifiesto. Sus asesores han hecho involuntaria y cutremente un retrato de él tan perturbador, al revelar sus miserias, como el que Velázquez hizo de Inocencio X (el Papa, que no era tonto, exclamó al verlo: Troppo vero!) o Goya de Carlos IV y su familia. Lo que en arte se llama vera effigies.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios