La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Sánchez manda

Pedro no puede gobernar, pero manda: exhibe todos los signos y atributos del poder y se pone en campaña electoral

Todos los días, un numerito. No hay jornada sin que el Gobierno rectifique lo dicho, anunciado o prometido inmediatamente antes, y acertando muchas veces con la rectificación. Lo mismo en el tratamiento a los inmigrantes que en los presupuestos, en la subida de impuestos que en el Valle de los Caídos, en la lista de la amnistía fiscal que en la reforma laboral. ¿Alguien tiene ahí una brújula? ¿Existe un norte?

Se aproxima e insinúa una gran rectificación, dentro de la variedad de las acertadas, justas y oportunas. Conforme se recrudece la guerra de los lazos amarillos y se entra en el mes más calculadamente tórrido de Cataluña, Pedro Sánchez ve desvanecido su ensueño -interesado, desde luego- de domesticar al independentismo por la vía de las concesiones. Ya avisa a Quim Torra de que no le va a dar lo único que Quim Torra quiere (la liberación de los golpistas presos y el referéndum para la independencia). Como si acabara de caerse del guindo y sólo ahora hubiera comprendido de súbito que Torra es el lacayo de Puigdemont y que le pide instrucciones cada vez que le rinde visita y pleitesía.

Salvo los beneficiarios directos y los estómagos agradecidos, todo el mundo le había anunciado a Sánchez que no podría gobernar con 84 diputados y unos aliados que son enemigos de la Constitución. La respuesta de Sánchez ha sido doble: sustituir la gobernación por una prolongada campaña electoral (explicamos a los españoles todo lo que queremos hacer y los otros no nos dejan hacer) y, en lugar de gobernar, mandar. Es decir, exhibir todos los signos y atributos del poder.

A eso obedecen el uso del avión oficial para cumplimentar la "agenda cultural" del presidente, el mes de vacaciones después de dos meses trabajando, el fichaje de la presidenta consorte por el Instituto de Empresa algo más tarde de haber dejado su anterior trabajo para no interferir en su dedicación a la Moncloa y, sobre todo, el reparto de empresas públicas entre amigos y fraternos compañeros. Apunten: el ex ministro Jordi Sevilla, presidente de Red Eléctrica (546.000 euros brutos); el jefe de gabinete de Sánchez, Juan Manuel Serrano, presidente de Correos (191.000 euros, pérdidas de la empresa: 187 millones); Susana Sarriá, presidenta de Navantia (180.000 euros, pérdidas: 389 millones); Gregorio Rabanal, presidente de Hunosa (160.000 euros, pérdidas: 74 millones), y etcétera.

No se notará quién gobierna en España, pero sí quién manda. Hasta que Quim Torra o Pablo Iglesias lo dejen caer.

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