La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sánchez, el plan Marshall e iglesias

Citando tanto el plan Marshall, Sánchez debe irritar a Iglesias. Porque su objetivo fue la derrota del comunismo

El9 de julio Sánchez pidió un "nuevo plan Marshall" para la reconstrucción de Europa. Logrado el histórico acuerdo para poner en marcha el Fondo de Recuperación tras la pandemia, lo ha celebrado como "un auténtico Plan Marshall con el que Europa ha enviado un mensaje contundente al mundo, diciendo que está lista para los desafíos". Este aludir una y otra vez al plan Marshall podría pensarse que fuera una humorada, cosa ciertamente rara en este hombre no precisamente dotado de sentido del humor, con la que pretendiera chinchar a su socio de gobierno. O quizás, y esto cuadra más con su formación, ignore que el plan Marshall no debe hacerle ninguna gracia a su socio, un "leninista 3.0" según Felipe González.

El plan Marshall, oficialmente llamado European Recovery Program, debe su nombre popular al secretario de Estado George Marshall, junto a Patton, Eisenhower o MacArthur uno de los generales más populares de la II Guerra Mundial y tal vez el más decisivo de todos como Jefe del Estado Mayor del Departamento de Guerra. Nombrado secretario de Estado en 1947, fue el gran defensor del plan, una obra maestra a la vez política, económica, comercial y humanitaria.

Empezando por lo último, el plan Marshall se sumó al de la Administración de las Naciones Unidas para el Auxilio y la Rehabilitación, ayudando a que mejoraran las duras condiciones en la posguerra. Esta mejora fue posible gracias al impulso a la economía y al comercio, que permitieron el boom alemán, inglés, francés o italiano. No era solo altruismo. EEUU quería evitar, recordando Versalles en el 18, el caos y la penuria 'en las que se sumió Europa tras la Segunda Guerra, caldo de cultivo de minoritarias nostalgias fascistas y sobre todo del poderoso avance de los partidos comunistas occidentales impulsados por Stalin.

El plan Marshall creó mercado para EEUU, generó dependencia económica y cultural, y sobre todo ayudó a un bienestar que frenó el avance del comunismo. Por eso Stalin y todos los partidos comunistas occidentales lo condenaron y boicotearon. Ahora la Europa democrática juega esta carta. Crecen en ella los populismos de derecha e izquierda extremas. La segunda incluso cogobierna en España. Si el plan de recuperación funciona, el bienestar de las mayorías y la seguridad crecerán; y esta es la vacuna más eficaz contra los populismos de todo signo.

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