Sanchismo vs. socialismo

De aquí a que pasen 15 años se oirán o leerá elogios a los socialistas de esta época

S IEMPRE fue un recurso fácil idealizar el pasado para intentar así legitimar las críticas al presente. Con esas falsas añoranzas de épocas pretéritas se han nutrido muchos de los reproches a los actuales y pasados dirigentes del PSOE. Será porque el pensamiento o el sentimiento socialista tiene aceptación entre una parte importante de la sociedad o porque las propias siglas del partido gozan del respeto de muchos ciudadanos, lo cierto es que con frecuencia se usa un previo elogio histórico antes de atacar al partido y sus líderes. Ya el primer gobierno socialista (año 1982) el felipismo, que así lo llamaban, significaba una adulteración del verdadero socialismo y tan solo, decían, era una corriente compuesta de radicalismos e intereses inconfesables. También Zapatero tuvo que soportar la hiriente comparación con sus predecesores para acusarlo de haberlos traicionado. Incluso con rubor y náusea hemos visto cómo las mismas voces y plumas que hace menos de una década tachaban de traidor y socio de ETA a Rubalcaba ahora lo elevaban a su particular santoral político. No sé dónde y cuándo se han repartido esos carnets de defensores de las esencias socialistas, pero es significativo que han ido a parar a manos de destacados elementos de la derecha política y mediática. Mala suerte.

En el caso de Pedro Sánchez, estas campañas de desprestigio que siempre han tratado de desvirtuar y oscurecer el proyecto socialista, han aumentado la apuesta. Ya no se trata solo de ridiculizar o vituperar la política del Ejecutivo, cantando alabanzas de anteriores dirigentes, sino que ahora se busca su descrédito personal como palanca esencial de la crítica política. Ya no se trata de mantener un debate sobre una acción de gobierno determinada, sino que, sustancialmente, lo que se pretende es descalificar a la persona para convertirla así en el único y verdadero objeto de la confrontación. Desde una foto manipulada en un incendio a la reestructuración de la dirección orgánica del PSOE, todo es motivo para atacar al ser humano, tachándolo de narcisista, frívolo, traidor, taimado manipulador, embustero etc. Con esta lamentable estrategia, el debate político ha dejado de existir, ya que la cuestión empieza y termina exclusivamente en el terreno de la ofensa personal. Pero, de aquí a que pasen 15 años se oirán o leerá elogios a los socialistas de esta época en comparación con los que en esas fechas tengan la responsabilidad política. No lo duden.

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