RECORTES y crisis. En estos últimos meses hemos tenido que aprender a convivir bajo la amenaza de estas dos palabras. Tras años de bonanza económica, España terminó estallando por sus cuatro costados y la educación y la sanidad, dos de los pilares del estado de bienestar, comenzaron a verse seriamente amenazados por los reajustes presupuestarios, una situación casi inimaginable hace unos años. Ahora, tras años de despilfarro con la complicidad de las administraciones, miles de profesionales sanitarios se aferran a un futuro incierto porque el grifo, sencillamente, se ha cerrado. Y de golpe. Es indudable que una de las mayores conquistas que la sociedad española ha logrado en las últimas décadas ha sido el fortalecimiento de un sistema de salud de carácter público que ha favorecido la cohesión social, la misma que ahora se encuentra amenazada. La pasada semana dimitía en bloque la junta facultativa del Clínico por los recortes previstos en el centro. Su misión, un dato importantísimo, era velar por la calidad de los servicios médicos que se prestan en el hospital y asesorar a la dirección médica en lo que se refiere a la planificación sanitaria. Sólo dos días después también dimitían la mayoría de los tutores de residentes en el Carlos Haya. Con esta medida de presión casi 400 MIR del complejo hospitalario podrían quedarse sin guía para su desarrollo profesional, situación que también se podría repetir en el Clínico. Las medidas de presión de los médicos están llegando a decisiones casi traumáticas, pero hay tanto en juego que se antojan justas, respetables y plausibles. Estamos en crisis, sin duda alguna, pero la terrible situación económica que atravesamos no puede servir de excusa para desmantelar un sistema sanitario que tantos años y esfuerzos de todos nos ha costado construir.

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