Santa Bárbara

Una cuestión que debe tener clara nuestra sociedad es la existencia de personas que están dispuestas a asesinar

Dicen que los navíos de la Armada española cubrían antiguamente el compartimento de la pólvora con un paño con un dibujo de Santa Bárbara. De ahí el dicho "sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena". Esta semana, tras otros brutales e injustificables asesinatos, ha vuelto a saltar a la palestra la prisión permanente revisable, y cada vez va teniendo más adeptos.

Sin duda es una cuestión que plantea muchos interrogantes y diatribas, e incluso el propio Tribunal Constitucional lleva dos años sin tomar una decisión sobre su constitucionalidad. Es lógico que un tema trascendental como éste requiera de una reflexión en profundidad, pero también es cierto que los casos en que se ha aplicado se ha hecho con rotundidad, y valorando claramente el peligro para la ciudadanía que representaban los condenados. De ahí que nadie pueda negar la seriedad con la que se está usando.

Una cuestión que debe tener clara nuestra sociedad es la existencia de personas que están dispuestas a asesinar a los demás. Querer pensar, desde una visión uniforme e ingenua, que no existe la maldad es, probablemente, una forma de ocultar la amplia diversidad de la naturaleza humana. Cabe recordar como el comunismo soviético negaba la existencia en su territorio de los asesinos en serie porque, según decían, éstos eran producto del capitalismo. Cuando se dieron cuenta de que esa justificación era una memez, comprobaron aterrados como algunos de los mayores depredadores humanos habían convivido entre ellos matando a sus conciudadanos sin ton ni son. Y en un país como el nuestro que ha conocido como algunas personas, amparadas en supuestas ideologías fanáticas, decidían convertirse en terroristas y acabar con la vida de los que no opinaban como ellos, sería un error esconder la existencia de estos asesinos insaciables.

Lo que sí parece claro es que las medidas correctoras, los beneficios penitenciarios y la reinserción, en los casos de asesinos en serie, deben ser evaluados con muchísimo más cuidado, porque asistir a un baño de sangre cada vez que alguno de éstos sale a la calle es un precio que no puede permitirse ninguna sociedad civilizada. Y son ya muchos los errores cometidos y muchas las criaturas que ya no podrán volver con sus familias, porque algún desalmado se cruzó en su camino. Evidentemente todos sabemos que matar puede ser fácil, pero no debe resultar ni habitual ni gratuito.

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