Seguir al desnortado

La ideología de los partidos ha pasado del seguimiento al líder a la incertidumbre ante su próxima decisión

Curiosamente en los últimos tiempos la ideología de los partidos políticos ha pasado del seguimiento al líder a la incertidumbre ante su próxima decisión. Y ello solo lleva a la desconfianza, porque al final nadie quiere llegar a acuerdos con aquel que un día se compromete a una cosa y al día siguiente a la contraria. Y, lo peor de todo, sin siquiera despeinarse.

El último episodio ocurrido en Mijas es un acto más del teatro del absurdo. El que era el mejor aliado del mundo, para pactar un gobierno de dos más dos años, pasó, en menos de una hora, a alguien a quien tenían que erradicar de la política. Evidentemente estas exageraciones y sobreactuaciones, más dignas de la farándula, es lo que se puede esperar de los políticos que nunca se sabe hacia dónde pueden llevarnos. Y decir que se va a abrir expediente a los que, al igual que el PSOE, se negaban a compartir gobierno con quienes no habían ganado, es de traca. Pero es el fruto de haber entregado una legislatura a quien, quedando en tercer lugar, se viene arriba y acaba creyéndoselo. Como dice el humorista malagueño Salva Reina, a partir de ahora hay que ser el tercero en las votaciones, porque si antes eras imprescindible ahora acabas siendo el que gobierna.

Las repercusiones que todo esto traerá en la formación de la Diputación y de la Mancomunidad de Municipios de la Costa del Sol se verá en las próximas jornadas. Y ya nadie se fía de nadie. Todo esto refleja que aquello que no depende de la votación de los ciudadanos se convierte en un limbo ideológico y, de seguir así, en un páramo social. Si el desapego a la política ya era importante, estas maniobras orquestales que se resuelven 15 minutos antes de un pleno en despachos cerrados y bajo estricto secreto, no ayudan precisamente a que nadie se anime.

Decía Pedro Sánchez que el secreto está en la resistencia, pero esa fase ya pasó y ahora ha llegado la intransigencia. Basta un mínimo gesto para sentirse agraviado y destruir cualquier posible pacto. Evidentemente este infantilismo no refleja mucha resistencia, sino más bien mucha hipocresía. El problema es que, ante tanta falta de confianza, no hay posibilidad de reconducir la democracia y, en estas situaciones, los partidos extremos sacan provecho. Probablemente, de seguir así, en los próximos meses no tengamos tampoco gobierno en la nación y entonces nos preguntaremos ¿tanta tensión ha merecido la pena?

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